O6 ── A.M

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Mis ojos cansados piden reposo, por otro lado mi cabeza es renuente a descansar, con la mente más despierta que nunca en la madrugada. No podía culpar a nadie por mis pésimos hábitos del sueño, "higiene del sueño" me corrijo, recordando a la terapeuta de mi hermana explicarme sobre eso, cuando al acompañarla a su cita terminé siendo engañada para recibir yo la terapia.

De la manera que fuera, alejando mis pensamientos de los lúgubres años después del primer chasquido. Me pongo manos a la obra, para dejar todo en su lugar y mantenerme ocupada hasta que el sueño me invada por completo y pueda descansar en los brazos de Morfeo.

Son cerca de las dos de la mañana cuando él aparece de nuevo, he terminado de guardar todos los trates y utensilios recién lavados, ya solo estoy sacudiendo el pelo de perro de los sillones para irme a dormir. Aunque intento pasar desapercibida para que no piense que lo espío, el hecho de que las cortinas estén aun corridas, le ofrece una clara vista de mi sala de estar.

Cuando él está de pie frente a mi ventana no soy lo suficientemente rápida para bajar la vista y nuestras miradas se encuentran. En este momento estoy más despierta que nunca.

Si he de ser franca conmigo misma no espero que se detenga por mí o me ofrezca más que un banal reconocimiento cortés. Y, por un segundo, parece que será así, entonces se detiene y deja caer inseguro una mano en el alfeizar de mi ventana. No tiembla ni un poco a pesar del frío que sé qué hace afuera, pero veo vaho salir de sus labios cuando respira.

Sin darme el lujo de meditar mis acciones, me acerco para abrir la ventana. Cuando el gélido viento de noviembre entra en la sala, recuerdo de nuevo lo imprudente de su parte que es salir con tan pocas prendas encima en la noche. ¿Acaso te has olvidado que fue un soldado en la segunda guerra mundial, Dannika? Sin duda ha pasado cosas peores. Pero no, no importa qué haya sido en su pasado, sigue siendo una persona de carne y hueso que puede sentir frío, calor y dolor.

—Está haciendo un frío ridículo, no entiendo cómo puedes estar ahí como si nada—digo de una vez, frente a Bucky. En el silencio que apenas se ve perturbado por los ruidos de fondo de la ciudad, mi voz se escucha claramente, no importa lo bajo que trate de hablar—. Lo siento por eso, es mi joven adulta independizada hablando... Me estoy convirtiendo en mi mamá, perdón.

Me ofrece una sonrisa de medio lado, todavía de pie al otro lado de la ventana. Yo me quito de en medio sin estar segura de sí debería salir o invitarlo a entrar. ¿Qué tan mal podría estar eso? Ya lo arrastré una vez dentro, por su bien o no.

—Está bien —murmura, dubitativo pasa una pierna sobre el arco de la ventana y atraviesa entrando al departamento, es un poco cómico ver a ese gran hombre pasar por esas ventanas—. Estoy acostumbrado al frío.

—Eso no significa que debas salir a congelarte, ¿sabes?

Se pasa una mano por el cabello y apoya su peso contra la pared que hay ahora a sus espaldas. Incluso si lo intentara, no hay manera de pasar por alto como parece procurar lucir relajado, sin desprenderse del todo de la incomodidad. Me pregunto con cuantas personas a tratado desde el chasquido o desde la batalla en Wakanda, incluso desde los sucesos del bombardeo en el Centro Internacional de Viena.

A.M. ✦ Bucky BarnesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora