OO ── P.M

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Me pregunto en qué estaba pensando cuando a mi testaruda cabeza se le ocurrió que era buena idea hacer todo el proceso de la mudanza sola, si no hubiese sido el caso no estaría perdiendo lo que me quedaba de energía con las últimas pilas de cajas que tenía que mover y por si fuese poco, subir por las escaleras —tenía una suerte encantadora, el elevador estaba en mantenimiento— aunque gozara de presumir que no me consideraba una persona debilucha, definitivamente mordí más de lo que podía masticar.

Cuando regreso por un par de cajas más me encuentro con dos señoras mayores de pie en el umbral de la gran puerta, cuchicheando con su vista en mis cachivaches. Supongo que era algo normal tener curiosidad por la persona que iba y venía por los pasillos sin aliento como un cachorro que regresaba de una maratón, más si hablamos del hecho de que la mayoría de los inquilinos del edificio eran ancianos y personas jubiladas.

Hace unos seis años ni en mis más locos sueños me imaginé estar aquí, no en el pleno apogeo de la gran manzana viviendo sola, si bien ese fue mi deseo por bastante tiempo, nunca pensé que sucedería en estas circunstancias.

Mi teléfono celular comenzó a vibrar en la parte trasera de mi jean, provocando que soltara una de las cajas, solo escuché un sonido hueco al caer en el asfalto. Ojalá fuera ropa, ojalá no fuesen las tazas de patito o iba a echarme a llorar, maldita sea.

Le eché un vistazo al teléfono celular, era mi madre preguntando por mi estado, me apresuré a tranquilizarla o iba a comenzar a llamar. Ella estaba recordándome por milésima vez que aún puedo regresar a casa si el cambio es demasiado, no obstante es precisamente lo que necesito, un gran cambio.

Me agacho a revisar que era lo que estaba en la caja que dejé caer, el alivio me cubre por completo al ver que solo eran los libros viejos de mi padre y otros muchos de la escuela. Una nube de melancolía me llena por completo, nada de esto sería fácil eso debía tener en claro, pero lo llevaría a él siempre conmigo, en todas partes y lo haría sentir orgulloso, trabajaría por eso.

—Ojalá tuviéramos alguien para ayudarte con eso, querida.

Alzo la vista y me encuentro con una de las señoras frente a mí, tiene unos bonitos ojos verdes y cabello rubio tan claro que se mimetiza con su cabellos blancos, ella me sonríe con pena. Me levanto dispuesta a saludar apropiadamente.

—No se preocupe —le resto importancia encogiéndome de hombros, pude haberle pedido ayuda a alguno de mis hermanos, pero lo último que quería hacer era interferir en sus vidas—. Lamento no presentarme antes, soy Dannika.

—Mucho gusto querida, tienes un nombre muy bonito ahí. Yo soy Marianne y ella es Mercedes.

La otra señora de cabellos pelirrojos, que trataba no tan disimuladamente de ver lo que tenían mis cajas se acercó con expresión de molestia.

—El edifico se está llenando de jóvenes.

Por su expresión me parecía que la idea no le gustaba. Bueno, era una genuina pena porque no planeo irme a corto plazo.

— ¿Pero qué dices, tonta? ¿De qué estás hablando?

Mercedes pone los ojos en blanco, por mi parte trato de no reír ante sus exageradas expresiones. Puedo ver un gran potencial de dúo cómico en ambas.

— ¡Hablo también del muchacho que parece asaltante! —Marianne lanza un bufido, presto atención a lo dicho, no me gusta la idea de tener que protegerme en mi propia casa—. Bonita cara el muchacho, pero lleva aquí ya un mes y solo lo he visto hablar con el viejo Nakajima, así que no tengo nada bueno que decir de él.

—Tú no tienes nada bueno que decir de nadie —la mujer de ojos verdes me toma la mano con una sonrisa tranquilizadora—. No le prestes atención, James es algo tímido pero no parece un mal joven.

— ¿Es la persona que parece asaltante...?

—Así es.

— ¡Nada de eso! —lanza un largo suspiro exasperada con la otra mujer—, cuando trates tu misma con él lo veras.

Estoy dispuesta a aceptar sus sugerencias y preguntar algo más al respecto, que nunca está de más, sin embargo a mis espaldas escucho el claxon de un automóvil y de repente me veo atrapada por un fuerte abrazo desde atrás. Bueno, bueno... Menos mal su perfume se percibe desde la distancia si no se habría llevado un codazo.

— ¡Hola, mucho gusto! —Holly saluda a las dos ancianas sonriendo como el sol— ¿Son las nuevas vecinas de Danni?

Marianne le ofrece una sonrisa gemela estrechando su mano a su lado Mercedes corresponde con menos ganas sin ser grosera.

—Me alegra tanto que aparecieras.

—Y traje ayuda, por supuesto —señala a la van de la que se bajó.

Jaime está cerrando la puerta del automóvil, nos sonríe a las dos y saluda con un gesto casual.

—Él no va a vivir contigo, ¿Verdad?

— ¿Por qué eres así de desagradable, eh?

Mi amiga deja escapar una risa cantarina y yo me apresuro a negar sintiéndome un poco avergonzado por la insinuación, pero Holly se me adelanta.

—No, no, Jaime trabaja conmigo —las tranquiliza a ambas, aunque Marianne más bien parece lucir decepcionada—. Venimos a ayudar a esta cabeza dura.

— ¿Que Dannika qué? —pronuncia Jaime recogiendo un par de cajas.

Pongo los ojos en blanco y con todo el amor del mundo lo golpeo en las costillas. Vaya cabrón irrespetuoso.

Después de otra ronda de presentaciones en la que Marianne les asegura a ambos que pueden venir cuando quieran y Mercedes les menciona que no deberían tener prisa en hacerlo, termino de subir todas las cosas con la ayuda de mis amigos.

El departamento no es gigantesco, pero se siente de esa manera sin mucho más que los viejos muebles de la abuela y todas las cajas desperdigadas por la habitación. Ahora tocaba la parte fea, ver donde podía colocar todas las cosas que traía conmigo. A mis espaldas Holly hablaba consigo misma sobre respetar el feng shui que otorgaba el departamento por sí solo.

—Me encantaría quedarme a ayudar pero debo volver a la tienda.

—Hiciste suficiente, gracias por darme una mano.

—Si necesitas ayuda con alguna cosa pesada y eso puedes llamar, ¿de acuerdo?

Asentí de verdad agradecida.

—¡Holly! —grité por mi amiga, que al no estar a la vista seguro estaba en otra habitación—. ¡Jaime ya se va!

Ambos la escuchamos gritar un "¡Conduce con cuidado!" desde el que suponía era el baño. Él se rio negando con la cabeza.

—Suerte con ella —me dijo él—. No la dejes pintar tu sala de estar de naranja y verde.

Me reí, también despidiéndome de él. A veces me da un poco de pena por Jaime, sin lugar a discusión siempre acababa arrastrado a los planes que tuviera Holly en la cabeza y todo por saber decir "no", tampoco era tan descabellado, todo en el gritaba amabilidad absoluta.

Una vez sola, me permití dejar escapar un suspiro y descansar en uno de los sillones cubiertos de plástico sin dar mayor importancia a si mi ropa se llenaba de polvo o no. Me tomaría un descanso de unos diez, bueno, tal vez quince minutos y...

— ¡Danni, tienes que ver esto! ¡Esta ventana es perfecta para que pongas plantas!

Bueno, supongo que me equivoqué.

—Ya voy, rubia.

A.M. ✦ Bucky BarnesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora