1O ── P.M

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Contrario a lo que te podría decir cualquier persona en una situación privilegiada, trabajar directamente con el cliente no era sencillo siempre. Cuando tu labor te obliga a tratar con los clientes, tus acciones y capacidad, hablan sobre el establecimiento en el que trabajas. A veces tienes que tolerar a personas que no soportarías ni un segundo en tu día a día y otras veces hay personas que te reconfortan el corazón ya sea con sus acciones y, por qué no, con sus propinas.

De igual manera mi trabajo me gustaba. La cafetería era agradable, rondando entre lo moderno y acogedor, el mini jardín en el alfeizar de la ventana y la pared llena de libros varios, le daban un encanto increíble.

Incluso si mi jefa es poco mandona, tuve empleos peores y menos remunerados. Este trabajo me permitía seguir viviendo sola y lo cuidaría mucho.

Como todo miércoles, el flujo de personas no fue demasiado. Sin la aglomeración de personas que se quedaban por horas en los fines de semana o los múltiples clientes que llegaban en las mañanas, con el tiempo contado al empezar la semana.

Al no haber mucha actividad, tocaba cumplir nuestras horas de trabajo de otra manera. Por eso batallo contra esa monstruosa bola de chicle debajo de una mesa. Cuando al fin logro despegarlo me doy cuenta de que son varios colores de goma de mascar. ¿Me estás diciendo que alguien vino y le agregó más chicle a esto?

Con un gesto de disgusto tiro la bola de dulce y empiezo a trabajar en la siguiente mesa. Aunque hace frío, el sol del mediodía ofrece cierto consuelo y mi chaqueta tampoco me desampara del todo.

Sigo pensando en las fiestas y todo lo que conlleva regresar a casa. Seguro mamá querrá hacer algo para mi cumpleaños y no es que odiara la idea, pero desde que mi hermano no estaba con nosotros y el estado de mi padre fue un misterio, celebrar un año más de vida sin ellos no se sintió correcto. No tengo ni idea como pueda ser ahora, Robert era ahora apenas la sombra del joven perfeccionista y trabajador que fue, sus ambiciones de hacer un mundo mejor y llenar de orgullo a nuestros padres desaparecieron con el primer chasquido y me temía que no volverían nunca.

A decir verdad, yo tampoco estoy muy segura de qué deseo hacer con mi vida. Solo estoy... existiendo.

—¿Está abierto?

Alzo cabeza y me encuentro con un hombre moreno que cuestiona señalando la puerta del café.

—Oh, sí, tenemos pastel de calabaza por la temporada y galletas de jengibre —le respondo de inmediato con una sonrisa cortés.

Él pronuncia un «gracias» apresurado y entra. Ya fuera de mi espiral de tortura, distingo a dos personas conocidas saliendo del restaurante al otro lado de la calle.

No he hablado con Bucky desde el lunes en la madrugada. Y no es que sea una persona rencorosa ni nada por el estilo, pero si sentía cierta molestia todavía. Ni al amanecer, ni al día siguiente recibí señales de vida de su parte. De acuerdo, tal vez si estoy un poco molesta.

A.M. ✦ Bucky BarnesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora