O5 ── P.M

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Apenas había puesto un pie dentro del departamento cuando una melena rubia me atacó sin previo aviso. Holly, con su energía habitual, tiraba de mí como si estuviera a punto de anunciar la noticia más importante del siglo.

—¡Tienes que contarme absolutamente todo! —exclamó, sus ojos brillando de emoción.

Puse los ojos en blanco, aunque una sonrisa inevitable se formó en mi rostro. No había manera de resistirse a su entusiasmo. Antes de poder responder, escuché un pequeño ladrido que me hizo detenerme en seco.

—¡Holly, la trajiste! —dije, mirando incrédula hacia el suelo.

Holly recogió a la diminuta perrita que correteaba alrededor de mis pies y la levantó hasta la altura de sus ojos, donde le dedicó una mirada culpable que incluía un puchero adorable.

—No podía dejar sola a Charlotte —se excusó, como si fuera lo más lógico del mundo—. Sé que no dejarías que esta pequeña bebé se quedara abandonada en mi casa.

Suspiré, fingiendo fastidio, aunque la verdad era que la imagen frente a mí era difícil de resistir. Charlotte, con su tamaño diminuto y su expresión de peluche viviente, era simplemente adorable.

—Sabes que las mascotas están prohibidas en el edificio. Ni siquiera sé cómo te las arreglaste para subirla hasta aquí —le recordé, mientras me quitaba los zapatos y los calcetines.

Holly señaló un bolso grande en el suelo con una sonrisa de triunfo. Por supuesto.

—Solo asegúrate de que no ladre, ¿sí? —dije finalmente, sabiendo que era inútil discutir.

—¡Lo sé, lo sé! Anda, ve a cambiarte. Yo te prepararé algo.

—¿Te he dicho que te amo? —respondí, mientras caminaba hacia mi habitación.

La risa cantarina de Holly fue su única respuesta.

Minutos después, ya en mi ropa más cómoda, regresé a la sala de estar y me encontré con Charlotte dando vueltas en círculos. Era imposible no sonreír al verla; sus movimientos torpes la hacían la cosita más adorable. Me senté en el sillón y le extendí la mano. Al principio, se acercó con cautela, pero luego, con un pequeño salto, apoyó sus patas delanteras en mi regazo. Fue un gesto simple, pero tremendamente reconfortante.

—¿Ya sabes qué raza es? —pregunté, alzando un poco la voz para que Holly me escuchara desde la cocina.

—Oh, sí. Creí que era un cocker spaniel —respondió ella, mientras escuchaba el sonido de ollas y tazas chocando entre sí—. Pero mi amigo de la veterinaria me dijo que es un cavalier King Charles Spaniel.

—¿Qué clase de nombre es ese? —dije, riendo mientras acariciaba la suave cabecita de Charlotte.

Holly apareció con dos tazas de chocolate caliente en las manos y se sentó frente a mí, todavía riendo.

A.M. ✦ Bucky BarnesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora