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—Amiga, ten— dijo Ibagué tendiéndole una taza de café

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—Amiga, ten— dijo Ibagué tendiéndole una taza de café.

—No puedo...

—Hiciste la prueba del cigarro y no te bajó, tú eres muy puntual y lo sé porque después de ti, empiezo yo...

—No quiero vomitar el café, ¿sabes lo delicioso que es?

—El manjar de la vida— dijo ella con la boca hecha agua.

—Exacto, por eso no voy a tentar a la suerte, hoy te toca ir por los chuches: el Profesor nos ha dado ese gustito por ser la última noche...

—Cairo habló con él, van a ir tú y Berlín.

—No es por interrumpir una perfecta charla de chicas, pero debemos irnos, primor— dijo Berlín extendiendo la mano.

—A pie, ¿verdad?

—Claro que sí, así tenemos tiempo para que me digas de qué tanto hablaban.

—Lo sabrás cuando hayamos comprado todo.

—Odio las sorpresas, niña, así que habla claro.

—Creo que estoy embarazada...

—¿De quién?

—Del Espíritu Santo, ¿pues de quién va a ser, carajo? Hace cuatro meses que follamos.

—Sabes muy bien lo que pienso de los niños.

—No te preocupes, cuando esto termine, me practicaré el aborto.

—No nos adelantemos a los hechos— frenó Berlín el coche—. Te harás la prueba, ya después hablaremos.

***

—Poneos los chalecos y preparaos para salir— sentenció Berlín a la par que llegaban Denver y Constantinopla a la sala de mando—. En cuanto estén, activaremos la alarma.

—A que vacío el cargador antes que tú— sonrió la castaña.

—Esto no es una competencia— dijo Denver.

—Manejo las armas mucho mejor que tú.

—Anda, vamos— dijo ella al tomarlo de la mano y avanzar.

—No, espera— dijo Cairo al sujetarla del brazo.

—Adelántate, te alcanzo— dijo Constantinopla.

—No irás, no en tu estado— dijo Cairo.

—Estoy embarazada, no convaleciente— dijo ella antes de salir siendo seguida por el matrimonio.

—Un minuto...— se detuvo cuando vio que un rehén se acomodaba el antifaz—. ¿Cómo te llamas?

—Arturo.

ConstantinoplaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora