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—¿Sabes disparar?

—¿Con quién crees que estás hablando?

—No sé, por eso digo. Insisto en que eres solo una chiquilla.

—Río también es un chiquillo y no te veo molestándolo.

—Tokio no da chance.

—Río es mucho más chico que yo. Denver y yo somos de la misma edad.

—No me interesa Río.

—¿Entonces me vas a ayudar con la práctica?

—No sería mala idea.

—Los chicos se van a ir a la verbena, ¿por qué no salimos también nosotros?

—Me agrada más esa idea, ¿tu padre no se molestará?

—No hay que preocuparnos por él ahora— dijo guiñándole el ojo. Ambos terminaron de cargar las metralletas y se dispusieron a cierta distancia frente al blanco. Ambos contaron hasta tres antes de disparar hasta quedarse sin munición, apenas fallaron en los tiros, ambos vieron la hoja del otro para marcar sus resultados. Constantinopla se apresuró a volver a cargar, se puso en la marca y comenzó a disparar, siguió en lo suyo hasta que una bala se atravesó en su campo de tiro—. ¿Y eso?

—Sabes que me excita verte disparar— dijo Berlín quitándole el arma y atrayéndola hacia sí. Ella le sonrió con coquetería antes de que sus labios fueran aprisionados por el hombre. Constantinopla jadeó ante aquel tacto.

—¿Te cuento un secreto?

—Soy todo oídos.

—Federica, mi nombre es Federica— le susurró al oído luego de comenzar a dejar besos por su cuello.

—Ya vienen los demás. Nos vemos en la noche— le mordió el pómulo apretándole una nalga en el proceso. El lugar se volvió frío, porque Berlín era experto en ello, claro que siempre mantuvieron un perfil bajo, procurando que nadie se enterase de que, entre ellos, había algo más que una reciente amistad. Constantinopla era efusiva con todos, incluso el Profesor, pero Berlín sabía dominar sus emociones, así que la castaña demostraba sus dotes y también se mantenía neutral, solo tenía un amigo.

ConstantinoplaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora