~Capítulo X: El agresor del príncipe.

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Afirmo que nunca me esperé verlo aquí, en mi jardín.

Pero era él, el chico a quien insulté hace unos pocos días atrás en los pasillos, con un acento peculiar, de estatura alta, de tez clara, labios carnosos, cabello ondeado castaño y de ojos café claro.

Efectivamente, Aidan Díaz estaba en mi jardín quejándose de dolor.

—Que bonito, ahora arrancas rosas —mencioné sarcásticamente, ¿acaso no le dijeron que una de las tantas reglas de Windermer es no extraer flores?, debido a qué cuidamos mucho la naturaleza.

—Am... no fué a propósito princesa, mi madre me pidió que le llevara algunas rosas... —explicó nervioso.

—Creo que tú madre olvidó un pequeño pero importante detalle. Regla número 327: No se permite la extracción de flores en ninguno de los jardines de la ciudad, si en dado caso se necesita su utilidad mediante un propósito, tendrás que plantar cinco rosales por cada rosa extraída. Acá para las decoraciones de cualquier festividad o manualidad se emplean flores artificiales y podrás encontrar cualquier modelo que desees.

—Oh vaya... no tenía idea, mi madre no me dijo nada al respecto, lo siento princesa por arrancar una de sus rosas —exclamó avergonzado.

—Bueno, son cosas que pasan... que hay que tratar de evitarlas claro.—De igual manera tendrás que plantar los cinco rosales para enmendar el error.

—Sí, por supuesto.

—¿Te pinchaste la mano con una de sus espinas verdad? —cuestioné.

—¿Cómo lo supo? —preguntó.

—Escuché quejidos de dolor al venir aquí y segundo hay gotas de sangre en la rosa que tenés. Una espina de éstas rosas te podría causar una reacción fatal.

—¿De verdad? —soltó confuso.

—Así es, nuestras rosas no son iguales a las de la Tierra —le aclaré.

—¿Tengo probabilidades de morir? —cuestionó perplejo.

—No, pero te va a causare vertiginem, dolorem capitis et tumorem in manu. En estos momentos, es importante colocarte una crema para evitar dicha reacción.

—Que alivio —suspiró relajado.

—Vuelvo enseguida.

—De acuerdo, princesa.

Entro rápidamente a la sala de infirmarium que se encuentra dentro del palacio, agarro la unguentum y una fascia y prosigo a regresar.

—Que rápido —exclamó cuando me vió.

—Permíteme tu mano —sugerí tranquilamente.

Por su parte el me dió su mano, noté que estaba un poco nervioso pero me la dió igual, le coloqué la crema y la enrollé con la fascia.—Listo.

—Le agradezco princesa —agradeció esbozando una sonrisa.

—Bien, espero tener mi rosaria cuanto antes.

—Claro, si desea me dice en dónde lo siembro y lo hago ahorita.

—Es buena tu iniciativa, más tenés que reposar tu mano, mejor mañana —sugerí.

—Ésta bien princesa, por mí no hay problema.

—De acuerdo, te veré mañana, Aidan.

—Hasta luego y gracias nuevamente princesa Hazel.

Bueno, es hora de que lleve los libros a la base secreta, tenemos que continuar con la investigación si queremos obtener respuestas.

Todo éste tema de Las Infinitys me parece interesante y a la vez siento que descubriremos algo fundamental, aunque no sabemos si será para bien o para mal.

Corazón de glaciar; un simple mortal también puede llevarte a la luna.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora