La tarde era estupenda, otro día donde la preciosa repostera ha podido combatir las extensas filas que se crean para conseguir uno de sus tan famosos pasteles. "Dulces, excepcionales, sacados de otro planeta, sin igual" eran de los tantos descriptivos que la gente de la ciudad solía comentar sobre esas grandiosas creaciones dulces y saladas.
Lalisa Manoban es igual de dulce, pequeña y hermosa que sus tartas de harina.
La mujer mide un metro sesenta y cinco centímetros de puro amor y ternura. Su rostro angelical y pálido es de las primeras impresiones que se capta de la mencionada, su físico es comparable a la de una muñeca de porcelana ya que cuenta con largas y pobladas pestañas cubrir sus grandes y expresivos ojos grises. Sin mencionar, sus labios parecer a mochis de fresas, su pequeña nariz a un lindo cannele y sus esponjadas mejillitas, dos tiernos biscochos.
Su apariencia no es causa de su indudable encanto porque la mujer conquista el corazón de quien le vea con el dulce y gentil carácter que suele ser la cereza del pastel en su repostería. Es perfecta, la mezcla de extrema dulzura quien acostumbra siempre vestir de lindos colores pasteles.
– Pero mami, ¡yo quiero este pastel!. – lloriqueo el niño quien se aferra al vidrio del mostrador mientras su madre mira a Lisa un poco avergonzada de su hijo menor.
– Lo siento, al parecer no le ha gustado el pastel que he elegido para él. – el niño cumple cinco años, así que su madre decidió pedir con anticipación un diseño que pensó podría gustar al infante de cambiantes gustos.
– No podemos bebé, ya le hemos pedido a la chica que nos prepare este. – señaló el pastel que Lisa les ha entregado.
– No me gusta. – el niño puchereó y cruzó sus manos en evidente berrinche.
Lisa recorrió el mostrador para llegar del otro lado, donde el niño esta con ojos acuosos.
– No llores amiguito. – se agachó para estar a su altura. – Si no lloras prometo que te haré el pastel que deseas. – limpió las gorditas mejillas que a Lisa le recuerdan a un <<scone relleno de jamón y queso>>
– Eres muy bonito, como un pancito. – tocó la naricita del niño provocándole reír.
– Mucho mejor. – Lisa miró a la madre quien ve la escena con consternación. – Ahora, si tú y tu mami me acompañan a mi pequeño taller puedes ayudarme a hacer tu pastel ¿eso te gustaría? – le propuso. Cosa que él niño no dudó en aceptar.
– Quiero uno de homble alaña. – el pequeño niño tomó la mano de la repostera mientras era seguido por su madre quien al igual que Lisa sonreían.
La tarde no sería arruinada después de todo.
La bonita chica tenía que darse prisa antes de que su galletita le visitara. Ella sabe que tiene que desalojar a todas las personas que estuviesen comprando o incluso disfrutando del servicio de cafetería que poseían dentro de la pastelería. A su amorcito no le gusta que le roben su atención. Y Lisa no tiene problema de centrar toda su energía en el atractivo hombre que suele visitarla.