4. hiatus.

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Ocho años atrás.


El pequeño Haechan de ese entonces, se tiró al suelo del agotamiento. Tenía la frente empapada en sudor, el corazón latiéndole desbocado y un calor insoportable que ni en el más caluroso verano podía sentir.

—¿Qué haces? —le preguntó su compañero canadiense que repetía la canción por enésima vez para practicar la coreografía.

—Pues descansar... —replicó, sin aliento.

—Tenemos que terminar de ensayar para la evaluación mensual de mañana —le dijo, ligeramente molesto al ver que Donghyuck permanecía echado en el piso. Su pecho ascendía y descendía con intensidad.

—¡Hemos practicado todo el día y todos los días de la semana! —exclamó, hastiado.

—Y si nos relajamos un poquito nos pueden echar a casa —le replicó.

Donghyuck rodeó sus ojos. Su compañero era muy cuadrado a veces.

—Es sólo un pequeño descanso, ya luego volvemos a ensayar. —Y dejó caer su cabeza sobre el piso, mirando al techo.

Mark lo miró con decepción, y soltando un suspiro, apagó la música. Donghyuck agradeció para sus adentros, si escuchaba Billionare una vez más se estamparía los sesos contra la pared.

El mayor continuó ensayando solo, en silencio, sin música de fondo. Haechan lo observó, no podía creer lo trabajólico que era, jamás dejaba de ensayar. A veces lo veía comer y dormir, pero si no estaba haciendo ninguna de esas dos cosas, estaba practicando. Y lo admiraba por ello, tenía que admitirlo. No le agradaba mucho, a veces era tan anticuado en su pensar que se sentía un poco reprimido, ya que él era mucho más enérgico e hiperactivo, pero lentamente, y más que nada porque estaban casi obligados, empezaban a congeniar.

Se incorporó de un salto cuando una travesura se le pasó por la cabeza.

—Oye, tengo una idea —le dijo, con ojos brillantes como el sol. Su melena oscura y su cabello ondulado le tapó la frente.

Mark dejó de bailar para mirarlo, algo asustado. Donghyuck, a su parecer, era un chico un tanto —demasiado— enérgico, y cuando miraba así pensaba que alguna estupidez se le habrá ocurrido.

—¿Cuál?

Y no se equivocó.

Rápidamente el menor se puso de pie y tomó a Mark del brazo.

—¿Quieres ir a tomar un helado? ¡Yo invito! —exclamó, sonriente.

El mayor se resistió, tironeando su brazo al ver que Donghyuck no tenía intenciones en dejarlo ir aun si lo rechazase.

—Pero... tenemos que seguir practicando...

—¡Ay! ¡Tranquilo! Es sólo un helado —le dijo mientras lo arrastraba de camino a la puerta—. Nos lo merecemos.

Haechan salió al pasillo. Miró a ambos lados, asegurándose de que nadie estuviese cerca, y tiró a su compañero del brazo para sacarlo de su cueva.

—¿Qué haces?

—Salir... ¿Qué no ves? Deberías aumentarle a los lentes... —replicó con sorna.

—Me refiero a que no deberíamos estar haciendo esto —aclaró, notablemente irritado—. Nos pueden pillar, ¿y sabes lo que pasa si nos pillan?

—No lo harán, tontito. Y si sigues hablando así de fuerte sí que lo harán. —Lo miró de soslayo con una ceja enarcada, lo que lo molestó aún más—. Confía en mí, ¿sí? Si algo pasa échame la culpa a mí. —Lo tironeó del brazo una vez más para salir del pasillo hasta el ascensor. A medida que se acercaban a él Mark fue resistiéndose menos, hasta que finalmente se rindió.

desvanecidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora