18. conjeturas

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Su historia era tan compleja como la situación en este momento. Tanto así, que es mejor guardarla en el baúl y dejar que el polvo borre la tinta del papel para finalmente ser olvidados. Porque su historia no es romántica, no es linda como la ficción. Al contrario. Tan amargo como el alcohol, pero al mismo tiempo, dulce como el azúcar. Y tan agridulce que después de comprenderlo, se convertía en un sabor desagradable para el paladar.

Dicen que con palabras se afirma una amistad, una relación de cualquier tipo. La comunicación es crucial, pero también lo son las acciones. Puesto que las palabras no siempre son sinceras. Dios nos dio el libre albedrío de pecar, y entre ellos nació la mentira. Pero como castigo nos dio las acciones, aquellas que no pueden ser escondidas ni por el ser más mentiroso del mundo.

Siempre habrá acciones que nos delaten, y ante cualquier personaje lo suficientemente observador, se es capaz de encontrarle la mentira a aquel ángel que conquistaba por sus palabras. Al demonio disfrazado de ángel.

O los demonios disfrazados de ángeles.

—¿Por qué tienes que hacer eso y no pasar tiempo conmigo? —inquirió el menor con un ímpetu irrefutable.

Habían perdido la cuenta de cuánto tiempo llevaban discutiendo sobre lo mismo. Mark le acababa de anunciar que no estaría con él para cenar esta noche, y Haechan intentaba indagar la razón a toda costa. Quería saberlo para quedarse tranquilo y así saber que no le estaba mintiendo. No había razón para desconfiar, pensaba el canadiense, mas su compañero no parecía opinar lo mismo.

—Porque ya lo había planeado desde anoche... —replicó, hastiado. Sabía que por su inseguridad podía llegar a ser alguien insistente, sin embargo, muchas veces aquello terminaba por colmar su paciencia, la cual era mucha. Lo que significaba que, si agotaban su paciencia, es porque muchas cosas habían pasado antes para detonar su ira.

—Me vas a dejar solo, entonces —se cruzó de brazos.

—No, es que no estaré esta noche, pero la siguiente podemos hacer lo que tú quieras.

—Yo quería hoy... mañana tenemos práctica. Además... ya había hecho la reservación, ¿cómo voy a ir solo? —Hizo puchero.

Mark suspiró. No podía dejarlo, era peligroso. Desde esa vez, que teme no tenerlo cerca porque no sabe si podría llegar a hacerlo de nuevo. Y él no soportaría la culpa si eso llegase a pasar.

—Bien, cancelaré esa cita —se resignó—. De todas formas, no tenía muchas ganas de ir, esa chica no era mi tipo.

La sonrisa de Haechan se expandió con gran fulgor, semejante al sol con el que solía ser comparado. Entrelazó sus brazos para poder caminar juntos a través del pasillo. Mark envió unos mensajes antes de prestarle toda su atención.

—¿Ves? No sé para qué buscas tener citas con chicas, si es obvio que te aceptan únicamente porque quieren tu dinero —le dijo a medida que se acercaban a la salida—. Es mejor que estemos juntos, así nadie podrá hacernos flaquear, ¿cierto?

Mark sonrió forzosamente. Haechan lo notó, pero fingió que no, imaginando, en cambio, una sonrisa tan ancha como la suya.

Al llegar al restaurante, Mark se dio cuenta de que fue engañado, de nuevo. Se sentaron en una mesa sin reservación, en un lugar donde se notaba, no era tan asequible. Siempre escogía los restaurantes más caros, y aunque tuviesen dinero de sobra para costeárselo, Mark siempre se preocupaba por él, porque más que un despiste, o un deseo incontrolable por darse lujos ridículos, eran síntomas de un posible episodio maniaco que no era fácil de sobrellevar.

Era cansador, muchas veces, lidiar con sus cambios de humor tan repentinos. Semanas cargadas de depresión, otras de energía extrema, y en su mayoría, una mezcla de las dos, en donde predecir sus acciones se volvía un acto imposible.

desvanecidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora