DOCE

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El viernes por la noche, sentado en una mesa en la sala de arriba del club, Soobin observó una escena que contenía una vara de electro-estimulación. El experimentado Dom llevaba una almohadilla que utilizaba como elemento de contacto y la electricidad pasaba a través de él. Cuando las chispas saltaron de su dedo al culo desnudo de la sumisa, la mujer saltó con violencia sobre el banco tratando de evadir la corriente. Era un buen espectáculo para la multitud.

Soobin echó un vistazo alrededor del local, satisfecho con el número de miembros presentes. A pesar de que ya pasaba de la medianoche, la pista de baile estaba llena y la barra y las mesas ocupadas.

Allí estaba Yeonjun, en la puerta. Al sentir que su libido se elevaba, agitó la cabeza con pesar. Aunque un Dom tenía la obligación de ser sincero con sus propias emociones, reconocerlas no siempre resultaba cómodo.

Es un miembro del personal, no mi sumiso. Debería recordarlo más a menudo. Cuando la mirada del joven se encontró con la suya, Soobin le hizo señas para que se acercara.

Observando todo lo que lo rodeaba, Yeonjun cruzó la habitación en penumbra. Era tan rubio y tenía la piel tan clara que casi brillaba. El espectáculo en el escenario lo hizo detenerse por completo. Aunque sonaba Meet Your Master en la pista de baile ahogaba los débiles chispazos de la vara, los gritos de la sumisa se escuchaban claramente. La rápida huida de Yeonjun dejó clara su opinión sobre los juegos que implicasen electricidad.

Mientras se acercaba, Soobin frunció el ceño. Los ojos grises estaban enrojecidos y la translúcida piel mostraba profundas ojeras bajo los ojos.

—Bienvenido.

—Gracias —respondió Yeonjun y cuando vio su ceja levantada, añadió apresurado—: Mi Señor.

Soobin comprendía su dificultad con las muestras automáticas de respeto. Aunque había jugado con Gatito en alguna escena, no era su Amo y Yeonjun no tenía el hábito de llamar «Señor» a todos los Doms como hacían la mayoría de los sumisos. Sin embargo, Soobin insistía en que su personal fuera respetuoso.

—Te daré una noche más para que mejores tu cortesía —le advirtió con suavidad, observando que el joven fruncía el ceño preguntándole implícitamente qué ocurriría si no lo hacía.

Soobin no respondió a su tácita pregunta. Explicar las consecuencias a veces era beneficioso, pero el silencio podía ser mucho más eficaz... si el sumiso poseía una imaginación activa.

Podía ver que la mente de Yeonjun estaba pensando a toda velocidad. Realmente era encantador.

—¿Está claro?

—Sí, mi Señor.

Después de asentir con aprobación, Soobin observó su atuendo. El joven había hecho caso omiso de sus instrucciones sobre ropa... Otra vez. Y aunque el top y short de látex lo hacían ver increíblemente sexy, ya le había ordenado como vestirse.

—Yeonjun, regresa a recepción y quítate el short o el top. Ponte tu collar y vuelve aquí.

Yeonjun abrió la boca, la cerró, un fuerte rubor iluminó sus mejillas.

Soobin volvió su mirada hacia el escenario en una abierta despedida y castigo. Pudo oír cómo Yeonjun arrastraba los pies mientras se alejaba.

Algunos minutos después escuchó sus pasos acercándose y levantó la mirada

Collar. Desnudo de cintura para arriba. Lo habría dejado llevar algo ligeramente menos revelador si no lo hubiera desafiado. Los músculos de sus brazos estaban rígidos, como si tuviera que reprimir la necesidad de cubrirse y su cara había adquirido un precioso tono rojo.

SÍ, MI SEÑOR ❱ soojun/ʸᵉᵒⁿᵇⁱⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora