CUARENTA Y NUEVE

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Soobin estaba de pie en el salón de un hotel en el centro de la ciudad al día siguiente, saludando a la gente que conocía y uniéndose ocasionalmente a las conversaciones mientras trataba de ocultar su aburrimiento. Aunque asistía a muchos eventos que apoyaban a las madres solteras, no encontraba particularmente interesante las fiestas de beneficencia. En el pasado, tanto para cenas de negocios como actos sociales, solía llevar una cita para tener a alguien con quien hablar.

Una lástima que Yeonjun tuviera que corregir exámenes. Su compañía le habría animado la tarde.

La mano con la que sostenía la copa que estaba a punto de llevarse a los labios se detuvo de pronto. ¿Traer a Gatito a este tipo de eventos? Ya se estaba quedando en su casa, trabajaba en el club y había empezado a dar clases de alfabetización en EUNIE. Los límites que había establecido a lo largo de los años se estaban desvaneciendo, ¿y ahora quiero añadirlo a mi vida social? Tengo que pensar sobre eso.

—Soobin.

Al ver que se le acercaba una mujer mayor, sonrió agradecido por la distracción.

—Señora... Young, me da gusto verla.

—Es estupendo tenerte aquí —ataviada con un traje plateado que combinaba con su cabello, la señora Young le tomó las manos—. Aprecio el apoyo económico que nos ha dado tu empresa en todos estos años.

—Es una causa loable. Muchas de las mujeres que pasan por EUNIE también han encontrado soporte aquí.

—Espero que eso pueda continuar.

La señora Young habló durante varios minutos de cómo la crisis había reducido las donaciones a los refugios, pero que el número de mujeres que necesitaban ayuda había aumentado significativamente.

Soobin escuchó con el gesto fruncido. Por mucho que quisiera ayudar, las donaciones de su empresa a la beneficencia ya excedían considerablemente lo que la Junta consideraba razonable.

Después de una palmadita afectuosa sobre su mano, la señora Young respondió al saludo de otro invitado y lo dejó solo.

—Binnie.

Al oír su nombre, se giró hacia aquella voz.

—Me alegro de verte —la mujer le dio la mano y se puso de puntillas para besarle en la mejilla. Yu Karina era una mujer sorprendentemente bella con un abundante cabello negro y unos ojos a juego.

—Karina, ¿Cómo estás? —algo parecía diferente en ella. Sí, desde la última vez que la había visto, la profesión médica la había dotado con unos labios más llenos y unas caderas más grandes, propias incluso de la portada de Playboy. Siendo hombre como era, apreciaba el efecto, pero sin duda prefería lo natural—. No recuerdo que los eventos caritativos fueran lugares de caza habituales para ti.

Karina le dirigió una sonrisa que suponía que dejaba a todos los hombres babeando.

—No lo son. Pero me acordé que éste era uno de tus grupos favoritos.

—¿Y? —Hizo la pregunta con cautela. Habían salido juntos unas pocas veces hacía varios años y, como de costumbre, Soobin la había dejado a un lado y seguido adelante con el siguiente aunque Karina había querido continuar.

—Una de las asociaciones benéficas favoritas de mi padre ha quebrado, y está buscando un reemplazo. Pensaba que, si lo conocieras, podrías convencerlo de que ésta sería una causa mejor que preservar un pantano en el Sur.

SÍ, MI SEÑOR ❱ soojun/ʸᵉᵒⁿᵇⁱⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora