TRES

2.9K 289 172
                                    


Ya es demasiado. Yeonjun miró por encima del hombro al propietario del club. Camisa blanca, chaleco de seda negro, jeans negros y vans negras. Definitivamente estaba en la categoría de alto, oscuro y apuesto, sólo que aquellas palabras parecían insulsas comparadas con la realidad. Sus amplios hombros musculosos convertían alto en peligroso. Su piel tenía una tonalidad oscura que indicaba Club de Verano, sus manos grandes y masculinas eran toda una declaración y tenía el cabello con el flequillo que cubría parte de su ojo derecho. Extremadamente atractivo, las duras facciones de su rostro resultaban irresistibles.

Era un hombre verdaderamente temible. Pero Yeonjun no podía dar marcha atrás. Dudaba que tuviera un hueso benévolo en su cuerpo. Y obviamente, si no ayudaba, lo echaría de allí. No había pensado que su trabajo sociológico implicara intervenir de forma activa. La inquietud que sentía le hacía cosquillas en la garganta.

Soobin lo miró y pudo ver cómo las líneas de expresión provocadas por el sol en las esquinas de sus ojos se arrugaron con diversión.

—Tranquilo Gatito. La palabra segura del club es «rojo» y si la usas, la escena se detendrá inmediatamente. Dilo muy alto y un supervisor del calabozo aparecerá para asegurarse de que estés bien —sujetándole el brazo firmemente, envolvía lo que parecía una ancha cinta de embalaje alrededor de su muñeca derecha un par de veces y entonces Yeonjun se dio cuenta de que el material no era pegajoso.

—Rojo. Lo tengo.

—Yeonjun —lo regaño—. Supongo que sabes cómo dirigirte a un Amo, especialmente a uno que está trabajando contigo.

La reprimenda lo hizo sonrojarse como si hubiera sido atrapado haciendo trampas y copiando del examen de otro.

—Sí, mi Señor.

Soobin no habló, pero asintió con aprobación.

A pesar del alivio que invadió a Yeonjun al comprobar que Soobin no había perdido la paciencia, una profunda preocupación tintineó monótonamente en sus oídos cuando Soobin le agarró el brazo libre y le aseguró ambas muñecas juntas a la espalda. Cerró los ojos y trató de fingir que nada de aquello estaba ocurriendo. Nunca había sido capaz de dejar que Rowoon le pusiera unas esposas. ¿Por qué demonios estaba permitiendo que aquel desconocido inmovilizara sus brazos?

No obstante, necesitaba estar allí para llevar a cabo su investigación. Tenía que mantener su trabajo. Publicar o Morir. Si alguna vez conocía al académico que había inventado la frase, haría que se tragase sus palabras hasta que se ahogara.

—Yeonjun.

Él abrió los ojos.

Soobin estaba de pie frente a Yeonjun, mirándolo. ¿Por qué tenía que ser tan alto? Sus manos le masajeaban delicadamente los hombros desnudos.

—¿Alguna tensión en las articulaciones?

—No, mi Señor.

Soobin lo estudió en silencio.

Yeonjun cambio su peso de un pie a otro, tratando de no pensar en sus muñecas atadas. Si no se movía, no se daría cuenta, como cuando cerraba los ojos durante las escenas sangrientas en las películas.

—Tira de la cinta, Gatito. ¿Cómo la sientes?

Sus brazos se movieron con sacudidas de manera involuntaria y sólo con eso supo que estaba inmovilizado. No podía defenderse. Ahora su cuerpo estaba indefenso ante el impasible Amo. Olas de calor y frío se cernieron sobre Yeonjun como si estuviera de pie frente a un ventilador girando. Tiró más fuerte y el pánico le cerró la garganta.

SÍ, MI SEÑOR ❱ soojun/ʸᵉᵒⁿᵇⁱⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora