TREINTA Y CINCO

1.3K 175 38
                                    



En la sala de exámenes, Soobin estaba sentado en una silla de ruedas tratando de hacer caso omiso del dolor. Su tobillo latía, su cabeza parecía a punto de estallar y su hombro persistía en enviar cuchilladas de fuego a través de la articulación. Habría agradecido alguna regularidad en los matices y la forma en la que le llegaba el dolor, pero no tuvo suerte.

La vida de la clínica seguía su curso con normalidad. Un teléfono sonando. Un bebé llorando. En la habitación de enfrente, escuchaba una voz que trataba de tranquilizar a un niño ante la visita del médico.

El sonido tintineante de la puerta principal fue seguido por pasos. Soobin levantó la mirada.

Minho entró en la habitación, seguido por Gatito. Yeonjun le miró con los ojos llenos de aprensión y sin ningún color en las mejillas.

—Estás horrible —consiguió decir Yeonjun.

A pesar del dolor y su cólera hacia Yeonjun, Soobin sintió algo de diversión.

Minho resopló.

—Deberías haberlo visto cuando estaba cubierto de sangre —giró la cabeza hacia Soobin—. No sabía que pudieras maldecir de ese modo. Beomgyu agradeció que cambiaras al francés.

Yeonjun se retorció las manos como si estuviera aterrado de tocarlo.

—¿Qué gravedad revisten tus heridas? —su cabello estaba despeinado y, detrás de sus lentes, los ojos estaban rojos e hinchados.

¿Cómo podía estar furioso y todavía querer confortarlo?

—No hay de que preocuparse.

—Yo no diría eso —intervino Jeongin desde la puerta. Llevaba una bata de hospital y miraba a Yeonjun de forma poco amistosa.

Una sombra de dolor apareció en el rostro de Yeonjun antes de que adquiriera la frialdad de una estatua de mármol.

—Si voy a conducir, necesito saber exactamente cuál es su estado y qué puedo hacer por él durante el viaje —su voz sonó tan gélida como lo estaba su cara.

—El doctor le encajó el hombro dislocado y tiene que usar un cabestrillo. La luxación en el tobillo necesita una venda compresora —Jeongin echó un vistazo a Soobin y añadió—: No apoyes la pierna durante tres días. Luego podrás usar bastón o muletas —se volvió hacia Yeonjun—. Ahora no puede usar muletas debido al hombro, así que tendrá que utilizar una silla de ruedas.

Yeonjun asintió con la cabeza.

—Continúa...

—Ponle hielo en el hombro y el tobillo durante veinte minutos cada vez. Mantén su pierna levantada. Recibió un fuerte tratamiento para el dolor antes. Cuando se le acabe el efecto, dale ibuprofeno. ¿Está claro?

Soobin frunció el ceño. No creía haber escuchado nunca a Jeongin hablar con tanta autoridad, claro que, en ese momento, su cerebro no estaba funcionando muy bien.

—Sí —Yeonjun inclinó la cabeza imperturbable—. Gracias.

—Entonces, vámonos —dijo Minho, colocándose detrás de la silla de ruedas.

La acera de tablas desiguales hizo que Soobin deseara morir. Apretó la mandíbula cuando el dolor lo apuñaló en el hombro con cada sacudida.

Al ver que Minho abría la puerta trasera del todoterreno, Soobin agitó la cabeza en desacuerdo.

—No soy...

—Ordenes de Jeongin. Quiere que mantengas el tobillo en alto el mayor tiempo posible —Minho bajó la voz—. Además, no creo que quieras hablar con Yeonjun hasta que la morfina desaparezca de tu sistema.

Aquél era un buen consejo que debería ser escuchado. Soobin levantó la mano para despedirse.

—Gracias por la ayuda.

—Es lo menos que podíamos hacer.

—Da un filete a ese perro tuyo por encontrarme.

Minho sonrió abiertamente.

—Jisung estaba cocinando tocino para él cuando te traje.

Con un gruñido, Soobin trató de erguirse. Minho no perdió tiempo. Le agarró por el brazo sano y lo levantó. La ayuda fue necesaria, pero no apreciada.

Cuando la sangre fluyó hacia el tobillo lastimado de Soobin, el dolor casi resultó insoportable. Su hombro protestaba con cada movimiento, pero comparado con el dolor que sufrió en el momento de la caída, aquello no era nada. Torpemente, giró sobre el pie sano y se dejó caer en el asiento trasero.

Cuando Minho le abrochó el cinturón de seguridad como si fuera niño, Soobin se las arregló para evitar darle un puñetazo y se conformó con lanzarle una mirada mortal. Minho se rió y cerró la puerta.

Acallando un quejido, Soobin se acomodó.

En el otro lado del auto, Jeongin se inclinó para acomodarle la pierna sobre una almohada. Le puso una bolsa de hielo sobre el tobillo y le pasó otra para que la sujetara contra el hombro. Cuando Yeonjun se puso tras el volante, él enfermero frunció el ceño.

—No escuches sus quejas y haz lo que te dije. Los Doms son los peores pacientes.

Yeonjun asintió con la cabeza, echó un vistazo a Soobin y arrancó.

Soobin se dio cuenta entonces de que no sabía si era una buen conductor. Tras un segundo, cerró los ojos. No tenía la energía suficiente para preocuparse.



SÍ, MI SEÑOR ❱ soojun/ʸᵉᵒⁿᵇⁱⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora