TREINTA Y NUEVE

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Tratando de no parecer asombrado, Yeonjun se detuvo en la recepción del vestíbulo del edificio donde estaba situada la oficina de Soobin.

Con el teléfono al oído, la recepcionista le sonrió e hizo un gesto con la mano indicándole que esperará.

No es problema. Yeonjun giró en un círculos para admirar el vestíbulo de dos alturas. En vez de un típico diseño ultra moderno, la estancia contaba con grandes macetas que aprovechaban la luz que llegaba desde la gran pared de cristal de la fachada. El mostrador de recepción estaba formado por una enorme y elegante curva de madera oscura del mismo color que la barandilla que circundaba la planta superior. La fragancia de pasteles y café que lo inundaba todo llegaba desde una tienda de café exprés que había a un lado.

—¿Puedo ayudarte? —le preguntó la recepcionista al tiempo que colgaba el teléfono.

—Estoy aquí para ver a Choi Soobin ¿Podrías decirme cuál es su oficina?

—¿Tienes una cita? —La mujer, unos años mayor que él, llevaba un traje rojo oscuro y el cabello y su maquillaje eran impecables.

—No. No exactamente.

La mujer frunció el ceño al fijarse en los jeans y el Hoodie rosa de Yeonjun.

—Si quieres llenar una solicitud de empleo, tienes que ir a la oficina número cien, en esa dirección —le señaló una estancia con paredes de cristal que estaba al otro lado del amplio vestíbulo—. Ve allí y alguien te ayudará.

—Gracias, pero no estoy buscando trabajo. Vengo a buscar a Soobin.

Baja y con unos kilos de más, la mujer le recordó a Yeonjun a un terco bulldog.

—El Señor... Choi no...

—Lo siento, no quiero causarte problemas, pero te aseguro que me está esperando. Por favor, hazle saber que Yeonjun está aquí.

Su terquedad finalmente ganó.

—Por supuesto. Si toma asiento, llamaré a su secretaria.

Cuando Yeonjun se acomodó en una silla cubierta de cojines en la preciosa zona de espera, frunció el ceño. ¿Para qué necesitaría una secretaria y una oficina en un edificio tan elegante el propietario de un club de BDSM? Luego recordó la mansión en la que vivía y llegó a la conclusión de que el club debía generar unos ingresos considerables. Aunque también cabía la posibilidad de que tuviera otra empresa.

Soobin debería haber avisado a alguien de que iría a recogerlo. Así no hubiera tenido que luchar con bulldogs territoriales.

Echó un vistazo a la recepción y vio que la mujer había llamado a un guardia de seguridad. ¿Qué rayos?

—Dice que viene a ver al Señor Choi —oyó que decía la recepcionista Bulldog en voz baja.

—Desde luego no se parece en nada a sus conquistas habituales.

—Exactamente. Llamaré a su secretaria. ¿Puedes mostrarle la salida cuando me diga que nunca ha oído hablar de él? —Se escucharon varios clics, indicando que estaba llamando—. Disculpa que te moleste pero tengo aquí a un tal Yeonjun que supuestamente viene a buscar al Señor... ¿Qué? —frunció el ceño—. Está bien —gruñó el bulldog y colgó—. Llévalo a la oficina del Señor Choi.

Yeonjun ocultó una sonrisa. Está bien, Soobin, te perdono por no haber avisado que vendría.

Miró hacia arriba. El guardia de seguridad le sonreía cortes y respetuosamente.

SÍ, MI SEÑOR ❱ soojun/ʸᵉᵒⁿᵇⁱⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora