DIECISEIS

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Con un gruñido exasperado, Soobin dejó el bolígrafo en el escritorio y caminó hacia los ventanales. La niebla había llegado, y la normalmente espectacular vista del centro de Seúl aparecía ahora gris y sombría.

Dark Heaven estaba situado al sur de allí y no podía verlo. En su lugar, miró hacia el norte, donde Yeonjun acogía a cachorros que necesitaban su ayuda. Y se la había dado, de la misma forma que le había dado a Soobin todo lo que le había pedido.

La vergüenza se apoderó de Soobin al acordarse de la forma tan repentina en que lo había dejado. Pasar la noche en su casa había sido una estupidez, aunque no había tenido mucha elección. Ningún Dom podía abandonar a un sumiso incapaz de cuidarse.

Pero, ¿haberlo tomado en su propia cama? Idiota. Insistía siempre en que fuera el hombre o la mujer quien fuera a su casa. De esa forma, cuando lo dejara, su hogar no tendría recuerdos dolorosos que borrar.

El fantasma de Yeosang todavía permanecía en su casa. Cada habitación le recordaba los lugares donde habían hecho el amor, su risa en la mesa al cenar, o el vestíbulo, donde esperaba de rodillas a que Soobin regresara.

Con el paso de los años los fantasmas se habían ido desvaneciendo. Ahora le perseguían sólo ocasionalmente... Durante el sexo. El rostro de su amante se hacía borroso para convertirse en la cara de su precioso Yeosang, su cabello rojo vibrante y los ojos verdes. Aquello le hacía sentir culpable, como si estuviera engañado tanto a su esposo como al amante que estaba follando.

El sábado por la noche con Yeonjun había sido... diferente.

Tenía una personalidad amable, generosa e inteligente, dulce con un irónico sentido del humor. Su respuesta subconsciente hacia Soobin era atrayente, y en el club, le había dado uno de los orgasmos más bonitos que alguna vez había visto. Disfrutó de su olor, sus gemidos roncos y su sorpresa cuando su cuerpo se antepuso a su mente.

Se frotó la barbilla recordando su dulzura con los cachorros y la forma que anteponía sus necesidades a las suyas propias. No sólo le gustaba, sino que su urgencia por enterrarse dentro de su bello cuerpo había sido inquietante. Solamente su esposo había testado su control de esa forma. Y tomar a Yeonjun, necesitarlo, poseerlo de un modo tan absoluto, le había hecho sentirse como si hubiera traicionado a Yeosang.

Era una idea estúpida, por supuesto. Yeosang estaba muerto. De la misma manera que un meteorito ardiendo, había vivido su vida al máximo y se había ido igual de rápido. Yeosang le gritaría por la manera en que había sobrellevado su muerte.

Agitó la cabeza. Pero no quiero un reemplazo. No tenía ninguna intención de reemplazar a su dios del sol por un plebeyo de la luna. Sólo necesito un nuevo esclavo.

No a alguien como Yeonjun. Él profesor era un miembro del personal de Dark Heaven. Le debía su protección y un poco de instrucción. Nada más. Y tenía que mantenerse dentro de esos límites a pesar de la tentación de llevárselo a casa. Si no lo hacía, Yeonjun terminaría herido al final. Sería mejor evitarlo; Yeonjun lo entendería sin necesidad de una explicación.

Le pediría a Taehyun que le encontrara algunos experimentados y reputados Amos con los que pudiera jugar. Pero, aun así, la idea de Gatito con otra persona le resultaba intolerable. Cuando observó cómo la niebla empezaba a ceder bajo el peso del sol, supo que Yeonjun no era él único que podría resultar herido.

Apretó los labios y cerró las cortinas con fuerza.

Una vez en su escritorio, frunció el ceño ante la enorme cantidad de mails en su buzón de entrada. No había sido una mañana de lunes productiva.

SÍ, MI SEÑOR ❱ soojun/ʸᵉᵒⁿᵇⁱⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora