CINCO

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De pie sobre la suntuosa y colorida alfombra de su dormitorio, Yeonjun se puso unos jeans y bostezó tanto que casi se le desencajó la mandíbula. Su sangre se sentía como si hubiera sido convertida en plomo líquido, haciéndolo tan pesado que cada movimiento resultaba un esfuerzo. Ni siquiera tengo treinta y ya me siento demasiado viejo para salir de noche.

Dark Heaven no había cerrado hasta las tres de la madrugada y una vez en casa se había quedado levantado para documentar sus observaciones.

Y se olvidó de poner la alarma.

Se puso el hoodie apresuradamente y lanzó un grito. ¡¡Ay!! Separó la tela de sus sensibles pezones y frunció el ceño. Estupendo. Cada vez que se moviera hoy, recordaría a Soobin tocándolo, rememoraría lo que había sentido cuando él había rodeado su pezón con el pulgar.

Sus sueños habían sido más eróticos que cualquier película porno y Soobin había estado en todos ellos.

Nunca soñé con Rowoon de ese modo. La culpabilidad casi lo aplastó al tener que admitir que nunca lo dejaría inmovilizarlo tampoco de ese modo. ¿Había dejado realmente que otro hombre lo desvistiera y lo tocara? Aquello estaba mal.

Un momento. No, no estaba mal. No tenía una relación. No tenía un amante. Todo lo que había esperado tener con Rowoon había desaparecido.

Y llegaba tarde. Los bebés todavía tenían que ser alimentados antes de que Rowoon llegara.

El sonido de los cachorros gimiendo le dio la bienvenida cuando consiguió llegar a la planta baja. Mientras calentaba los biberones, empezó a hacer café. No había tiempo para disfrutar tranquilamente de una taza de té hoy. Desde fuera de su casa le llegaba el sordo sonido del tráfico, las aves despertándose y las ranas mañaneras.

Haciendo malabares con los biberones, cruzó el salón hasta la piscina de plástico ubicada en la esquina. En realidad era un centro de ocio para cachorros que incluía una manta eléctrica en una esquina para combatir el húmedo aire de Seúl.

Al verlo, cinco cuerpos gordinflones, cada uno del tamaño de un par de calcetines remangados, abandonaron su pila de mantas y lloriquearon de hambre.

—Sinceramente, chicos, es malditamente temprano —y Yeonjun estaba helado, malhumorado, cansado y triste. Con un suspiro de exasperación, recogió la pelota negra de pelo que era su favorito. Tan, tan suave. La respiración del cachorro negro fue acompañada de un bostezo adorable y diminuto.

Sin poder resistirse, Yeonjun sonrió ampliamente. Aquella era una buena manera de empezar el día. Lo acurrucó sobre su regazo, escuchó los pequeños sonidos de succión y tarareó una canción de cuna.

A pesar del trabajo adicional, nunca se cansaba de acoger a cachorros del albergue para animales.

Cuando el vientre del tercer animal adquirió una dulce redondez, la satisfacción palpitó en su corazón.

—Tú eres el siguiente —le dijo al cachorro que esperaba en la piscina. Las orejas caídas de la cría intentaron alzarse, pero la anticipación de la comida era más importante que escuchar a Yeonjun. A veces tenía el presentimiento que sus estudiantes se sentían del mismo modo.

Justo cuando creía que iba a terminar a tiempo, el timbre sonó.

—Estupendo. Ahora sí que la he hecho buena.

Le dio un rápido beso a la peluda cabeza, puso al cachorro junto a sus inquietos hermanos y corrió para abrir la puerta.

Vestido con una conservadora camisa abotonada hasta arriba y pantalones negros, Rowoon estaba imponente. Su corazón se sobresaltó. Ya no es mío.

SÍ, MI SEÑOR ❱ soojun/ʸᵉᵒⁿᵇⁱⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora