TREINTA

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Una hora después, Yeonjun siguió a los chicos por las escaleras y se detuvo admirado al ver que el inmenso salón había sido transformado en un calabozo con cruces de San Andrés. Largas cadenas colgaban de las gruesas vigas, pesadas anillas de acero tachonaban las paredes y podía ver un columpio sexual en una de las esquinas. La mesa de la recepción tenía insertadas anillas en forma de D y estaba cubierta con una manta cuya parte posterior era de goma. Las mesas del centro y los sofás tenían correas alrededor de las patas.

Un pequeño fuego en la gran chimenea luchaba contra el frío de la montaña. Cristal de color ámbar en las lámparas de la pared derramaban una luz parpadeante sobre la habitación, dejando algunas áreas en sombra.

Un sentimiento de aprensión se apoderó de Yeonjun. Aquello era muy diferente del gran calabozo de Dark Heaven. Más pequeño. Más íntimo. Más... personal.

—Asombra lo mucho que unas pocas cadenas pueden cambiar el ambiente, ¿no crees? —Beomgyu bajó por las escaleras y se detuvo a su lado.

Beomgyu, que estaba de pie en la puerta, se acercó a su esposo en el momento que lo vio. En una evidente concesión al ambiente rústico, llevaba una camisa blanca y unos elegantes pantalones, sin chaqueta. Un rayo iluminó sus ojos al ver los lazos en el cuerpo de Beomgyu.

—Muy bonito, cariño —murmuró tirando de uno de los lazos para deshacerlo.

Beomgyu le dio una palmada en las manos.

—Debí haberlos atado con nudos.

—Hubiera sido mejor. No he jugado con cuchillos desde hace tiempo —le alzó la mano y se la besó sosteniendo su mirada de una manera que hizo a Yeonjun suspirar.

¿Alguna vez tendría a alguien que lo mirara de ese modo? Sintiéndose triste de pronto, se giró y se ajustó las orejas de gato, Jisung le había dado unas medias hasta la rodilla como las de Wooyoung para completar el conjunto a la perfección. Con aquellas tentadoras vistas, nadie se daría cuenta del ancho de sus caderas.

Beomgyu se giró hacia él.

—Te ves muy bien. Sé de algunos Amos que estarían encantados de conocerte. ¿O estás esperando a Soobin?

—No estoy seguro —Soobin no había dicho nada sobre aquella noche. Obviamente debería de haber preguntado—. Pasearé durante un rato primero y veré qué hay.

Beomgyu le pasó una mano por el brazo.

—Muy bien. Pero Yeonjun, te considero bajo mi protección. Sé que puedes negociar solo, pero usa mi nombre si alguien te molesta. Y estoy aquí si quieres que yo supervise una escena. ¿Está claro?

—Sí, señor.

—La palabra segura de la cabaña es la habitual, rojo.

—Sí, señor.

—Muy bien.

Yeonjun se dirigió hacia el centro de la habitación, siendo terriblemente consciente de que no llevaba el collar de Soobin. Sentía un temblor en las piernas, como si alguien le hubiera quitado las muletas que necesitaba.

Cuando llegó más gente, la música cambió. San estaba ayudando a un Amo con una escena de suspensión. Cerca, Minho estaba presentando a un sumiso de Dark Heaven a una Dom local. El equipo empezó a ser usado y Yeonjun paseó de un lugar a otro. Un par de Amos se acercaron a él, pero los esquivó con un más tarde.

Después de una hora, su espíritu decayó y se acomodó en el sofá de cuero para mirar fijamente el fuego. Soobin no había llegado. Por lo que sabía, podría incluso estar ya en Seúl.

¿Debo jugar sin él?

Soobin le había dejado claro que no tenían una relación exclusiva ni nada parecido. Tal vez debiera probar una escena con otra persona para ver qué sentía. La idea le resultaba muy poco atractiva, sin embargo...

—¿Yeonjun?

La voz de aquel hombre le resultó familiar y, asombrado, giró la cabeza.

—Rowoon. ¿Qué estás haciendo aquí?



SÍ, MI SEÑOR ❱ soojun/ʸᵉᵒⁿᵇⁱⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora