XXIV HAMBRE.

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La puerta chocó contra la pared. Mi cuerpo salto por el susto.

El hombre adulto con mascara de ratón entro a la ratonera donde estábamos metidos.

Me he percatado que siempre entran personas diferentes. Esta información que estoy acumulando me va a servir.

La noche la pase en vela. Podía escuchar los sollozos de las personas y sus fuertes respiraciones.

Pensaba en matar a cada secuestrador que entraba. Estaba contabilizando los días y ya había pasado exactamente una semana. Ayer uno de ellos se sobrepasó con una chica, hizo cosas atroces con su cuerpo y recibí unos cuantos golpes por gritar que parara de tocarla.

Ya estaba ideando un plan para asesinarlos a cada uno de ellos. Quisiera torturarlos como lo han hecho con todos nosotros, pero el tiempo con el que contaba era casi nulo.

Memoricé sus horarios. Se rotaban. En la mañana entraba uno con mascara de pato y nos daba un mísero sorbo de agua y nos embutía carne —lo más seguro es que fuera de un humano—, y solo tardaba veinte minutos exactos.

Después de unas horas —antes del mediodía— entraba una mujer con mascara de zorro y traía consigo un látigo de cuero. Nos azotaba a cada uno diez veces y se iba. Tardaba unos treinta minutos.

En el almuerzo llegaba otro con mascara de conejo y traía grandes vasos llenos de sangre casi coagulada y hacia que la bebiéramos. Este se demoraba casi una hora, podría decir que tenía paciencia ya que esperaba en un rincón a que dejáramos el envase vacío. Una hora u hora y media se tardaba.

En la tarde no venía nadie a tortúranos. Ya por la noche era el mismísimo infierno. Elegían a personas al azar y las llevaban a buscar su comida.

Aquí ya venían dos de mascara de gatos mellizos. Solo se tardaban en quitar las esposas y salir por la puerta.

Siempre llevaban armas, una pistola con silenciador. Eso me quitaría un problema de encima.

Encontré un clip para el cabello y después de muchos intentos logré soltar mis esposas y las agrandé para poder sacar mi mano sin tener que romper otra vez mi pulgar.

Estuve investigando todo el cuarto y en el rincón más oscuro, detrás de unas gruesas tuberías había una manta negra cubriendo un agujero que no llevaba a ningún lugar. Solo tenía espacio como para guardar los cadáveres de los hijos de puta que me iba a cargar hoy.

Me zafé de mis esposas y me posicioné detrás de la puerta. Esperé con ansias e hice una seña de silencio a mis compañeros de habitación.

Como dije el pato entro y me tiré a su espalda apenas cerró la puerta, saqué el cuchillo de su bota —que era notoria cada vez que entraba—, y lo clave en su garganta mandando el filo hasta que salió por su boca.

Me estoy volviendo adicta a esto. ¿Perdí mi cordura?

Antes de que dejara un gran charco de sangre, lo arrastre hacia mi nuevo armario para cadáveres. Pasé con el cuerpo por los tubos y lo metí ahí acomodándolo para que no ocupara tanto espacio.

Miré el cuchillo en mi mano y lo limpié con su ropa.

—No te sientas solo, tus amigos en unas horas entraran a darte compañía—susurre al oído del muerto.

La muerte ya no tomaba mi mano para llevarme, ahora acariciaba mi rostro incitándome a cometer el mayor pecado según Dios.

Me volví a esposar y puse mi mordaza, ahora a esperar.

INEFABLE. ( Pierce y Mason x Female)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora