Capítulo 1

4K 89 0
                                    

Lucía Aguilar.

07 de abril, 2015.

12 años.

Salí de mi casa con una punzada en el pecho y como me iba alejando de mi casa las lágrimas inundaban mis ojos y cuando menos me di cuenta estaba corriendo lejos de casa.

Después de unos minutos llegué a un bonito parque al que no había visitado nunca. Me quedé parada para tomar un poco de aire y tratar de regularizar mi respiración. Cuando me encontraba más tranquila me acerqué a unos columpios, me senté y me quedé observando a mi alrededor: había muchos niños y niñas de mi edad jugando.

Luego de unos segundos volví a sentir el ardor en mis muñecas. Dudando un poco de lo que estaba haciendo, me atreví a mirarlas: tenía dos grandes cortadas en cada una y estaban sangrando. Mi ropa estaba manchada de sangre, yo estaba sola y no sabía que hacer.

Cada segundo que pasaba comenzaba a recordar los malos tratos de mi padrey las palabras que me había dicho antes de que saliera de casa: Deja de actuar como una niña caprichosa, te ves ridícula. Deberías largarte de está casa, nadie te quiere o te necesita aquí. Eres un estorbo y me jodiste la vida. Ojalá tu madre te hubiera abortado. Jamás voy a estar orgulloso de ti.

No sabía lo que había hecho mal para merecer eso, siempre he querido ser la hija perfecta y que se sintiera orgulloso de mí. Toda mi vida crecí creyendo que me quería demasiado y que era su adoración, pero ahora sabía que no.

Hoy había tratado de contarle a mi padre lo que me había pasado en la secundaria, estaba emocionada. Él me decía que estaba ocupado, pero sabía que no era así. Cuando se molestó se puso de pie y comenzó a gritar todas esas cosas feas que me destruían, mi madre intento defenderme, pero él solamente la golpeó.

Mientras me seguía gritando tomo una navaja y sin pensarlo dos veces hizo dos fuertes cortadas en cada una de mis muñecas. Según él tenía que aprender una lección. Solté un grito de dolor para luego salir corriendo de la casa.

En cuestión de segundos comencé a llorar como nunca. Me dolía demasiado todo lo que me había dicho y sin olvidar el dolor en mis muñecas.

–Hola, ¿estás bien? –Escuché a un chico preguntar. Su voz se escuchaba tierna, dulce y relajante.

–Hola. –limpié mis lágrimas– Estoy bien, gracias. –mentí– No te preocupes.

–No lo estás. –respondió, con preocupación– Estás llorando y tú ropa está manchada de sangre. –Lo miré.

Era un chico alto, delgado, su piel era blanca, sus ojos verdes, sus labios rosas y un poco carnosos, su cabello era castaño claro un poco más y era rubio. Vestía con un pantalón de mezclilla y una playera negra, una chamarra azul cielo y sus tenis eran blancos.

–¿Estás bien? –volvió a preguntar– Por favor dime la verdad.

–No, no estoy bien. –suspiré y le mostré mis muñecas– Por esa razón mi ropa está manchada de sangre.

–¿Qué te paso en las muñecas? –preguntó, con preocupación– ¿Ya le dijiste a alguien de tu familia? ¿Estás sola? –Me miró, con atención.

–Mi padre lo hizo con una navaja. –respondí– No le importo a mi familia. –solté un pesado suspiro– Sí, estoy sola.

–¿Cómo te llamas? –preguntó y soltó una risa apenado– ¿Cuántos años tienes? –Él me miraba mis muñecas.

–Me llamo Lucía. –respondí, con una sonrisa débil– Tengo doce años. –le di una mirada– ¿Tú?

–Joaquín Cordovero. –respondió y trato de tomar mi mano– Tengo once años. En unos meses cumpliré doce. –sonrió– Es un gusto conocerte.

CELOSO • SKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora