Capítulo 23

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Desperté.

Hice lo mismo que en la mañana: me quedé observando las cortinas como si fueran lo más hermoso del mundo o quizás si. Son unas largas cortinas negras y tenían pequeñas flores blancas. Lo que más me gustaba es que no entraban los rayos del sol.

Mi cuerpo me dolía un poco más en la mañana, me quejaba, pero debo reconocer que fue lo mejor que he hecho en mi vida. Primera de vez que no me arrepiento de hacer alguna de las locuras que se me pasan por la mente en la madrugada.

Moví un poco mi cabeza para poder observar a los dos hermosos chicos que estaban durmiendo a mi lado. Se veían tan angelicales y a cualquiera le causaría tranquilidad.

¿Quién los viera? son muy salvajes.

Los dos tenían uno de sus abrazos en mi cintura, me abrazaban como si me fuera a ir. No puedo hacerlo. Tenían mechones de cabello en la cara y sonreí de ternura. Hubo un momento donde soltaron un quejido, pensé que ya iban a despertar, pero solo pusieron una de sus piernas sobre mí.

Son tan idénticos en muchas cosas, pero tan diferentes en otras.

Me quedé pensando en todo lo que había pasado con Joaquín y lo que estaba pasando con Jason. Ellos son lo más bonito que tengo en la vida y si quería ser feliz con uno no podría soltar al otro. Los necesito a mi lado.

Después de media hora comenzaron a abrir sus ojos en señal de que habían despertado. Los miré con una sonrisa y cada uno me dio un corto beso en los labios. Sentí mis mejillas arder.

–¿Qué horas son? –Joaquín, preguntó y me dio una mirada.

–La una de la tarde.

–Me parece que dormimos bien. Nos hacía falta. –Jason, murmuró.

–Eso es cierto. –respondí y me quedé pensando– ¿Tienen hambre? ¿Quieren que prepare algo? ¿Vamos a pedir?

Sentía la necesidad de reírme, pero al mismo tiempo no podía.

–Sí, tenemos hambre. –respondieron al mismo tiempo– Nos gusta tu comida, así que prepara algo.

Exclamaron los patrones.

–¿Quieres que te ayudemos en algo? –Jason, preguntó.

–No, ustedes tranquilos. –les di una sonrisa– Gracias. Solo quiero que se levanten y me esperen abajo.

Se dieron una pequeña mirada para luego levantarse de la cama, tomar su ropa y comenzar a vestirse. Salieron de la habitación y cerraron la puerta.

Poco después me levanté de la cama y en su momento solté un quejido de dolor. Me dolía todo, literal. Prometo no volver a decirles que quiero que hagamos ese tipo de cosas.

Querida, eso ni tú te lo crees. Eres más zorra que nada.

Luego no te quejes.

Te dieron hasta para llevar.

Di unos pasos hacia mí armario, saque una falda y una playera color negro. Las usaba de pijama o quizás solo para estar en la casa. Salí de la habitación y comencé a bajar las escaleras. Cuando llegué a la sala me llevé una pequeña sorpresa que nunca imaginé.

Descuidate un poco más y te vas a quedar sin novio.

Joaquín y Jason estaban acostados en el mismo sillón, abrazados y con una pierna encima del otro.

–¿Están cómodos? –Les pregunté y me dieron una mirada.

–Sí.

–Nunca pude imaginar cómo sería verlos a los juntos, sin la necesidad de andarse rompiendo la cara. ¡No esperaba que fuera así!

CELOSO • SKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora