Capítulo 13

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–¿Enserio no le molesta a tu madre que esté aquí en la casa? –Le pregunté, dudosa y él negó.

–Lucí, ella te adora. –una sonrisa se formó en sus labios– No cualquier chica le agrada tan fácil, tú eres especial. Además, le gusta que haya más chicas en la casa.

Le di una última mirada para después asentir y darme por vencida. Creí que lo mejor era dejar el tema por la paz y confiar en lo que me decía.

Nos encontrábamos en su auto con dirección a su casa. En el transcurso íbamos hablando de cualquier cosa que se nos cruzará en la mente. Cuando el silencio se hacía presente escuchábamos la música que sonaba en la radio y yo aprovechaba para pensar en como me sentía al estar con él.

Cuando entramos a la calle me quedé observando la casa que estaba a un lado, alrededor tenía esas cintas amarillas de precaución, había manchas de sangre en el piso y sin olvidar en las blancas paredes.

–El primer dueño ha pensando en sacar los muebles para venderlos, limpiar la casa y ponerla a la venta. –Me comento, al ver lo concentrada que estaba.

–Sería buena idea. –respondí y lo miré– ¿Qué es lo que pasará si tú vecino sale de la cárcel?

–Después de lo que hizo no creo que tal tan fácil y rápido. –soltó un pesado suspiro– En todo caso no lo recibirían de nuevo, menos por las conductas violentas que tuvo.

Estaba tan entretenida viendo la casa que ni siquiera me di cuenta de que Jason ya había estacionado el auto. Me miró con una sonrisa, indicándome que llegamos y que era hora de bajar.

Cuando entramos a la casa sentí como la tranquilidad regresaba a mí, justo cómo en la primera vez que vine. Está casa me daba muy buena vibra. No puedo olvidar que mis fosas nasales se inundaron con el olor de la comida que se estaba preparando en la cocina.

–¿Tienes hambre? –Me preguntó y asentí, sonriente.

–Sabes que yo siempre tengo hambre.

Nos miramos y reímos por segundos.

No le mentí cuando le dije que siempre tenía hambre, la mayor parte del tiempo solo pienso en la comida y más en los últimos días.

Mi hambre estaba multiplicada el doble. Lo único malo que pasaba era que había momentos donde tenía muchas náuseas y la comida no me pasaba tan fácil. Suponía que era por el estrés que tuve en las últimas semanas.

Quizás...

Cállate conciencia, no es momento para dar diagnósticos.

–Vamos a la cocina. –me indicó– Estoy seguro que mi madre nos debe estar esperando para comer. –Asentí.

Tomó mi mano, me dio una sonrisa y comenzamos a caminar con dirección a la cocina. Una vez ahí lavamos nuestras manos, saludamos a la señora Renata, nos sentamos en el comedor y después de unos minutos ya teníamos nuestros platos enfrente. Listos para comer.

–Lucí, espero que te guste. –comentó ella, sonriendo– Es la especialidad de la casa. ¡Disfrútalo, cariño!

–Muchas gracias, Reny. –le respondí con una sonrisa– Estoy segura de que ha quedado delicioso.

Seguido comenzamos a comer y como lo había pensado: está deliciosa. Estaba disfrutando la comida como nunca me lo había imaginado.

Hubo un momento donde tuve que hacer una pequeña pausa. Comencé con ese problema que tenía últimamente, donde la comida no me pasaba y tenía tantas náuseas.

–¿Lucí, estás bien? –Renata, me preguntó y asentí– Querida, estás un poco pálida.

Le di una sonrisa tranquila y tomé mi vaso para beber un poco de agua.

CELOSO • SKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora