Capítulo 8: Lo que paso aquella vez.

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Pov: Isabela Madrigal.

Una cobarde, eso es lo que es Isabela Madrigal, una completa cobarde.

Soy una coyona por no confesarle todo lo que siento a la persona quién me hace sentir verdaderamente viva.

La persona que no me juzga por cometer un error o no hacer las cosas como se me han propuesto. La persona que no me exige y que la vara que usa para medir a los demás es la misma hasta conmigo.

La persona que me pide que no me esfuerce demasiado por un trabajo bien hecho, que con lo que he hecho es meramente suficiente.

Soy como un pez que se muerde la cola, cuanto más perfeccionista soy, más exigente y menor probabilidad de cumplir mis expectativas y por lo tanto resto puntos a mi autoestima en vez de sumarlos. A menos autoestima, más inseguridad y más exigencia y así ya he caído en el círculo.

Pero ella, ella me hace quererme más. Ella suma el autestima que pierdo al sobre exigirme. Ella está ahí cuando no paró de esforzarme y me apoya en cada decisión que tomo, si no es así trata de buscar una mejor manera para poder apoyarme y hacer que no me sobrecargue demasiado.

Estoy tan enamorada de ella, pero..
Soy tan cobarde como para querer afrontar lo que pase si yo llego a gritar lo que siento, por ella y por todo lo que me hace pasar mi abuela...

Así que me conformo con declararmele indirectamente, llevándole flores antes de que despierte de donde sea que esté. Lo que no pensé que pasaría al hacer eso es que frustaria a la persona que más amo en el mundo.

Se veía tan enojada, tan triste, tan decepcionada.. se veía vulnerable, se veía cansada y lo único que yo hice fue dejarla ir, porque soy una cobarde que quiere reprimir sus sentimientos y evitar que de forme un maldito desastre.

Ahora mismo, odio ser de la familia Madrigal, todo gracias a mi abuela, su maldita presión me hace enloquecer, me hace sentir tan.. ¡Dios!

Estoy tan cansada, tan cansada.. debería ir mejor a descansar, será lo mejor pues no puedo desahogarme con la chica que amo pues ella esta enojada conmigo y no creo hacerlo con mis hermanas y primos, que vergüenza.

Mejor me retirare a mi habitación y no saldré hasta dentro de 100 años, cuando ellos ya no existan, cuando ella ya no viva y pueda ir a si lapida para decirle lo mucho que la amaba. Lo cuál suena idiota pues yo también estaré muerta, que ridiculez..

Descansar será lo mejor por el momento, tal vez mañana cuando el enojo se le pase pueda hablar con ella y tal vez.. disculparme...

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Ruidos. Un escándalo que se escucha del otro lado de mi habitación, hizo que me despertara asustada pues no esperaba que alguien estuviera despierto a esta hora, no sabía que hora era pero sabía que ya era muy tarde.

Los pasos se empezaron a escuchar cada vez más cerca de mi cuarto y cesaron cuando esta persona se paro en la puerta de este.

Asustada me levanté de cama y me acerqué a pasos lentos hacia la puerta. "Toc, toc" un tocar levemente silencioso en mi puerta, uno que solo pudiera escuchar yo. Ya estando enfrente de la puerta tome de la perilla de esta y tragando saliva, la gire para poder abrirla.

Pensando lo peor me había llevado la gran sorpresa al saber de quién se trataba, era ella..

— Así que.. flores. —Dijo ella con una risita—

— ¿_____, que haces..? Espera, ¿Flores..? —Pregunte extrañada ante su comentario—

Estaba confundida y más cuando la contraria empezó hablar, pues cada que abría la boca un aliento a alcohol fuerte salía de este.

𝗜𝗚𝗨𝗔𝗟 𝗔 𝗨𝗡𝗔 𝗣𝗘𝗢𝗡𝗜́𝗔 | 𝗜𝗦𝗔𝗕𝗘𝗟𝗔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora