Capítulo 16: Rojizas por chillar.

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Pude sentir una pequeña punzada que presionaba contra mi corazón lastimando de este y haciéndome sentir de la peor manera posible

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Pude sentir una pequeña punzada que presionaba contra mi corazón lastimando de este y haciéndome sentir de la peor manera posible.

Odié ese momento.
Odié sus palabras.
Maldije mi suerte
Y también su hermosura..

Me quedé sin palabras, en el momento en que la escuché decir aquello, que terminé desconectandome del mundo completamente. En mi cabeza las dudas y preguntas no faltaban, dudando si de verdad es que yo no le gustase y preguntando si ¿Todo lo que hicimos no significó nada para ella?, ¿La escena de celos que me hizo fue toda una mentira?, ¿Ella solo buscaba jugar conmigo?.. ¿Por qué rayos sigo creyendo que en verdad puede haber algo entre nosotros cuando ella ni siquiera coopera en ello?

Las ganas de querer romper en llanto no tardaron en llegar, cristalizando mis ojos y nublando mi vista por ello. Mis manos comenzaron a temblar junto con mis piernas que parecían querer dejar de responder. Cerrar de mi mano en un puño para evitar los temblores tratando terminó siendo peor, pues terminé encajando mis uñas en la palma de mi mano por la fuerza con que lo hacía.

Me mantuve cabizbaja, no quería que ella me viera y supiera lo débil, y sensible que puedo llegar a ser con tan solo unas simples palabras de rechazo..

Bueno era de esperarse, rechazo era una de las muchas actitudes frecuentes que ella solía tener conmigo, inclusive cuando éramos unos adolescentes.

Aún recuerdo la primera vez que me sentí verdaderamente como una mierda gracias a sus palabras..

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Años atrás.

En mi adolescencia no era nada más que una niña problema, pero una muy buena niñera si me lo proponía. Solía hacer de canguro de los más pequeños de los Madrigal que en ese momento tenían 7 años, ha excepción de Luisa, Isa y Dolores, quienes ya contaban con sus 13 y Luisa con 10.

Era entretenido cuidar de ellos, más con el milagroso don de Camilo, pues solía transformarse en algunos del pueblo y actuar para nosotros, dándonos un espectáculo digno de ser visto y escuchado.

Mirabel lo ayudaba haciendo a uno que otro personaje, mientras que yo era su espectadora, una muy sobreprotectora si me lo preguntan, ya que solían subirse a unas cajas de madera claramente inestables para usarlas como escenario. Cuando se caían y se terminaban raspando su rodilla o sus manitas, quién lloraba no era ellos si no yo. Verlos así de lastimados me partía el corazón, tal vez sea alguien con una personalidad levemente brusca pero ver a dos niñitos con la más mínima herida es mi punto de quiebre para comenzar a llorar y implorarle a diosito para que no se murieran.

Sus hermanas me llamaban exagerada y llorona, pero no me importaba mucho pues si se trataba de mi carácter con los pequeños a ellas que les valiera tres kilos de cacahuate.

Pero no todo era color de rosas, pues un día como cualquiera, mientras paseaba e cuidaba de los pequeños Madrigal, lamentablemente mi oído pudo percibir una conversación ajena de parte de dos jóvenes que se veían solo un poco más grandes que yo. Hablaban de lo bueno que sería dormir con "aquella chica", apostando por quién lo haría primero con "ella" y así confirmando si su cara no era lo único bonito que tenía. Estaba por ignorar las tonterías de que hablaban, hasta que uno de los chicos dijo el nombre de a quién se referían, "Isabela, Isabela Madrigal". En ese momento mi cabeza hizo un "¡Click!" Y un gran sentimiento de furia me había invadido completamente.

𝗜𝗚𝗨𝗔𝗟 𝗔 𝗨𝗡𝗔 𝗣𝗘𝗢𝗡𝗜́𝗔 | 𝗜𝗦𝗔𝗕𝗘𝗟𝗔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora