Capítulo 11: Una lágrima más.

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Las fases del duelo.

Las he vivido una que otra vez en mi vida, una siendo más dolorosa que la anterior y otras siendo tan insignificantes que nisiquiera me molestó en recordar la cara o el nombre de la persona, sonará cruel pero, ¿Por qué me molestaría en hacerlo?

Tengo cosas más importantes que hacer, como ver si ya puso la marrana, hacerme pendeja debajo de un arbol, coquetearle sutilmente a la ciega y sorda de Isabela, escuchar los chismes de la cajita de secretos del pueblo, burlarme del Camaleon porque los niños con los que juega y cuida como parte de su servicio al pueblo, siempre se le escabullen y los pierde de vista.

También disque ayudar a Luisa con los burros para llevarlos al corral, pero solo termino siendo cargada como uno, con Mirabel solamente me quedo con ella para ayudarle y servirle de apoyo emocional ante su faltante don. Por último Antonio, solo me prestó para cuidar a Toñito una que otra vez y es que el tiene 4 añitos, ta' chiquito y lo tengo que proteger.

Ahora que lo veo mejor soy una completa inservible, que solo está como carga para los demás. Me sorprende como apenas me doy cuenta, debi haber molestado a muchos, tal vez esa era la misma razón por la cuál muchos se alejaban de mi.

Aún no entiendo el porque mi familia, familiares y amigos está preocupada. Que presente una de las dichosas partes del duelo, no les incumbe, además, ¿Cuál era la que dijieron..? ¡Ahh, sí!

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La Negación.
(Una sensación de irrealidad o de incredulidad que puede verse acompañada de una congelación de las emociones).

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— ______, come por favor.. —Mi tía Julieta me acercaba un plato de arepitas de queso esperando a que yo comiera de estas—

— Desenlo a Marlon, yo no quiero —Desvie mi mirada hacia la ventana, en donde las cortinas eran movidas de un lado a otro gracias al aire que entraba de estas—

Desde el accidente en el la "Hípica", he estado postrada en cama sin querer salir de esta o de mi cuarto, lo cuál empezó a preocupar a todos.

Y entienden mi comportamiento, después de todo, no ha pasado mucho tiempo desdé que me dijeron que Gerbera había fallecido tras una hemorragia pulmonar por el esfuerzo al esprintar en el último momento, es por eso que termino cayendo y junto con ella, yo.

No comia y menos la comida de parte de mi Tía Julieta, quería sentir el dolor en mi brazo roto, quería sentir el dolor en la herida que solía sangrar de vez en cuando en mi frente, quería sentir ese dolor, ese ardor que me hacía recordar el maldito error que tuve, el error de confiarme y asegurar todo cuando nisiquiera fue así.

Aún no me creo que sea verdad, al igual que no creo que un idiota se le haya olvidado inyectarle la maldita inyección de furosemida antes de la carrera, de no ser por ese idiota mi Gerbera seguiría viva, maldición, es como si estuviera viviendo una pesadilla.

Tienes que comerlo, así te sentirás mejor —Volvió a insistir mientras soltaba con una de sus manos del plato para ponerla encima de la mía, apretando esta levemente—

— Me siento mejor y estoy bien, no tiene que quedarse aquí a cuidarme —Respondí sin dejar de ver por la ventana ya que me tranquilizaba por alguna extraña razón, ver  el atardecer atrás vez de esta y sentir el aire por parte del viento era tranquilizador—

— Pero.. —Sabría que cualquier cosa que dijera sería denegada por mi parte, así que se rindio dejando el plato de arepas en la mesa de noche y parandose de su silla se inclinó para poder dejar un beso en mi cabeza— Entonces, creo que tomaré el rumbo para mi casita, así te dejo de molestar..

𝗜𝗚𝗨𝗔𝗟 𝗔 𝗨𝗡𝗔 𝗣𝗘𝗢𝗡𝗜́𝗔 | 𝗜𝗦𝗔𝗕𝗘𝗟𝗔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora