Capítulo 18: Jaqueca.

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Mi abuelo siempre fue un gran cuentacuentos, pues el siempre nos contaba las más grandes historias que el mismo protagonizaba una que otra vez

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Mi abuelo siempre fue un gran cuentacuentos, pues el siempre nos contaba las más grandes historias que el mismo protagonizaba una que otra vez.

Le gustaba contar una historia en especial; era triste y trágica pues en ella contaba como tuvo que abandonar su hogar, con la esperanza de encontrar un nuevo lugar en el cuál vivir sin preocupaciones o problemas. Aun así, él y todos los que se unieron en su camino; no pudieron escapar del peligro.

― Nono, ¿Me contarías una de tus historias para dormir? ──Comentó la menor de los Beltrán, quién apenas contaba con sus siete años. Esta se encontraba sentada en la cama de su habitación, siendo tapada de la cintura para abajo por esa colcha roja que tanto adoraba de pequeña

― ¿Una historia para dormir? Mhmm, siento que ni siquiera me dejarás elegir cuál. ──Respondió entre risas el viejo sentado a los pies de la cama de la pequeña── Dime, ¿Cuantas veces van que te cuento la misma historia?

― ¿Eso siquiera importa? Es la mejor historia de todas y además, es mi favorita. ──Dijo reprochante ante su boba respuesta

― ¿Entonces dices que mis demás historias no son buenas? ──Su comentario causo un pequeño berrinche por parte de la menor, quién infló sus mejillas enojada ante sus acciones

― ¡No digo que no sean buenas, es solo que esa es mi favorita! ──Gritó enojada, mientras lo acusaba e señalaba con su dedo índice

― Bien, bien, como tu digas. ──Soltó una pequeña risa antes de carraspear y impostar la voz, con el fin de sonar de una manera más agradable── Entonces, fue en una noche tan negra como la misma oscuridad, esa noche todos los del pueblo buscaban libertad, escapando de aquel lugar en el cual nuestra vida peligraba...

...

El sendero que seguía el gran grupo de gente en busca de la libertad, era iluminado por solamente una linterna de fuego, sostenida por el guía del grupo, Pedro Madrigal.

El camino en busca de un hogar fue silencioso, pues lo único que se podía escuchar eran los pasos y golpes que daban las suelas de los zapatos al hacer contacto con el suelo. Pronto, nuestro camino fue interrumpido por un riachuelo, por el cuál tuvimos que pasar con cuidado pues nos adentrabamos al agua en la oscuridad misma.

― Con cuidado, tengan cuidado al pasar. ──Habló el guía, con una voz firme e amable para mantener tranquilo al que pasará por aquel riachuelo

― ¿Estas bien, Ped? Puedo ayudarte con tus maletas si deseas. ──Comenté acercandome a la par del azabache

― Ayudarme, ¿hablas enserio? Literalmente tienes cargando a tus dos hijos y junto a ello el gran equipaje detrás de tu espalda. ──Dijo señalando las maletas que llevaba conmigo── Estaré bien, tu no te preocupes y avanza, yo voy detrás de ustedes.

Pedro y yo habíamos nacido e crecido en el mismo pueblo. El mismo pueblo del cuál buscábamos huir por nuestras vidas, dejábamos atrás grandes recuerdos y sentimientos, pero nada valía más que la seguridad de nuestra familia e amigos.

𝗜𝗚𝗨𝗔𝗟 𝗔 𝗨𝗡𝗔 𝗣𝗘𝗢𝗡𝗜́𝗔 | 𝗜𝗦𝗔𝗕𝗘𝗟𝗔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora