Capítulo cinco

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Me pone un mechón de pelo tras la oreja. Luego coge sus gafas y se las cuelga de la camisa, obstaculizándome la visión de sus pelitos. Con sus dedos me peina un poco y sonríe.

-Así mejor-reímos.

-¡Venga!-nos grita Ricci de repente.

Ya no puedo más, escuchar a un niño tan chiquitito decir eso... no puedo parar de reír y reír. Daniel saca el mando del coche, le da un botón y empieza a cerrarse el techo, ahora si parece el coche de anoche. Me pone una mano en la espalda y entramos en la estancia.

La risa ya se me ha parado, pero sonrío como una tonta cuando Daniel me lleva a una mesa para cuatro al lado del cristal transparente. Podemos ver un poco del aparcamiento y toda la manzana.

-¿Qué queréis tomar?-nos pregunta a Ricci y a mí.

-Refeco-dice Ricci. Me imagino que quería decir refresco.

Daniel y yo estamos sentados frente a frente, y Ricci está a mi lado, pegado al cristal.

-¿Y tú?-me pregunta, ladeando la cabeza.

Quiero besarle.

-Una Coca Cola.

Asiente.

-¿La señora René te dio de desayunar?-le pregunta a su hijo.

¿René?

-Sí.

Vuelve a asentir.

Coje su móvil, un iPhone 4, y hace una llamada.

-René, soy Daniel... Te dije que hoy me lo llevaba a desayunar yo... Ya... Bueno, que no vuelva a pasar... No, no estoy enfadado... Vale. Adiós.

Cuelga.

-Lo siento-hace un gesto con la cabeza hacia mí.

Niego con la cabeza.

-No pasa nada, estás... ¿bien?

Sonríe. Oh.

-Es que, quiero llevarme a mi hijo a desayunar y no puedo. Me gusta hacer cosas con Ricci, ya me es bastante difícil buscarle un hueco entre la empresa y el colegio de Amanda.

-Buenos días-nos interrumpe la camarera, que solo mira a Daniel. Puta. Es mío, bueno... no.

-Hola, dos Coca Colas y un Seven Up, del tiempo si puede ser-le dice sin mirarla, ella sigue clavándole la mirada.

-¿Y de comer?-pregunta con una sonrisa. Me dan ganas de decirle: ¿tú quieres morir?

Daniel estira su brazo y me coge una mano un momento. Me saca de mis... pensamientos.

-Eh, ¿los huevos y beicon?-me susurra.

Asiento y sonrío. Él también.

A la camarera enseguida se le va la sonrisa.

¡JA! Guarra.

-Tres platos de beicon y huevos revueltos, a ser posible, uno con menos cantidad.-se lo dice serio. Me suelta la mano y mira el móvil.

Doña Sonrisa de Fulana lo apunta todo y nos dirije una sonrisa a todos, se detiene en Daniel, que no separa los ojos del móvil. Entonces se va, y Daniel deja el móvil en la mesa.

Lo hizo adrede. ¡JA!

-¿Vas a trabajar esta noche, entonces?-me pregunta.

-No. Solo trabajo por las mañanas, y no creo que vaya a volver.-digo, desviando la mirada a la calle.

Quiéreme, por favor (Completa pero editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora