Capítulo treinta y seis

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Los ojos de Daniel se agrandan cuanto más entra en mi interior. Echo la cabeza hacia atrás cuando entra entera. Oh Dios... Estoy llena, de Daniel.

-Sin condón es mucho mejor-susurra Daniel acariciándome la espalda.

Estiro un brazo para apoyarme en una de las paredes del pequeño baño, y la otra en la otra pared. Comienzo a subir y a bajar a un ritmo lento, frotando mis tetas contra la cara de Daniel. En una de éstas, Daniel me coje la camiseta y me la quita con desesperación. Hunde la nariz entre mis pechos y absorve el olor de ellos. Le rodeo el cuello con cuidado, dejándole la cabeza ahí, y subo y bajo otra vez, más rápido que antes. Daniel gime y gime, produciéndome cosquilleos. Noto como sus manos me desabrochan el sujetador por la espalda. Yo me concentro en apoyar bien los pies en el suelo y subir todo lo que puedo, hasta sacar la polla de Daniel-gruesa, grande, un monstruo- de mi vagina, y descendiendo para volverla a introducir. Podría pasarme horas así. Las asillas del sujetador me hacen cosquillas en los hombros. Separo a Daniel de mis pechos y me lo quito. Daniel me mira con el ceño fruncido, la boca en forma de «o» soltando gemidos y la frente algo sudada.

-No pares de follarme-masculla mordiéndose el labio con cara de puro placer.

Sé que él querría poder moverse más, pero no puede. Inclina la cabeza y coje con los dientes uno de mis pezones bañados en sudor. Me estremezco del dolor y el placer que me produce. Presiona, con sus manos en mi espalda, para no sacárselo de la boca. Me llevo las manos a la cabeza, loca de placer, y restriego mi pelvis contra Daniel. Qué satisfacción más grande, joder.

Mi pezón deja de ser maltratado por la lengua perversa de Daniel. Él se inclina hacia arriba, buscando mis labios. Bajo la cabeza. Su lengua acaricia fieramente mi paladar, debora mi boca con tanta maestría como solo él la tiene. No quiero parar.

Se nota que la espalda le debe de doler bien poco, porque ha empezado a moverse él también debajo de mí.

Sin separar nuestras bocas calientes, con una de las manos le toco el pecho, tapado por la bata del hospital, sudado. Sus pezones masculinos erguidos. Lo siento en todas partes.

-Ahh... Di... Dios... ¡Dios!-grito, llegando a lo más alto. Le cojo la cara a Daniel con las dos manos mientras grito y me muevo mucho más rápido. Temblores comienzan a dominarme. Echo la cabeza hacia atrás, disfrutando del tan esperado orgasmo. Daniel clava sus manos en mis caderas y me sube y me baja como un animal. Sus testículos rebotando y resonando estrepitósamente. Follamos como animales hoy.

-¡No pares ahora!-gime con las embestidas más rápidas y menos profundas-. ¡Joder sí!-grita, soltando luego un gemido que me pone mucho más cachonda que nunca. Se mueve cuatro veces más, soltando su semen dentro de mí.

-Uf-susurro besándole el cuello. Le paso la lengua por la mandíbula sudorosa y le lamo los labios completamente. Empiezo a volver a moverme arriba y abajo, y el cuerpo de Daniel suelta pequeñas convulsiones.

-Ja, ja-se ríe débil-. Déjame un respiro.

-¿Y decías que estabas a punto de estallar?-le muerdo el labio inferior-. ¡Me he corrido yo antes!

Se vuelve a reir. Apoya la cabeza en la pared y me mira.

-No sabes lo que se siente al estar dentro de tí... Y ver como te corres... Y sentir tus flujos... Ahg...-su pene empieza a ponerse duro otra vez dentro de mí. Describo círculos con la pelvis, y en unos segundos vuelve a estar duro y dispuesto a descargar dentro de mí. Lo aprieto con los músculos de mi vagina, y Daniel se queda impresionado.

-¿Con quién has aprendido eso?-bromea apretando mis nalgas con sus manos.

-Digamos que una misma empieza a saber truquitos.

Quiéreme, por favor (Completa pero editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora