Capítulo veintisiete

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Una suave mano acaricia mi mejilla con sumo cuidado. No abro los ojos hasta que escucho la voz de Daniel.

-Alexandra-dice su voz. Abro los ojos lentamente, para acostumbrarme a la luz que entra por la ventana.

Daniel está sentado al borde de la cama, con una camiseta negra ajustada y unos vaqueros. Se inclina y me da un beso en la frente.

-Buenos días-susurra con voz serena-. Te he hecho un desayuno-hace una ligera inclinación de cabeza hacia la mesa de noche.

Coje una bandeja azul de ella. Yo me pongo recta, apoyando la espalda en la cabezera de la cama.

Hay un vaso con un líquido naranja, probablemente sea zumo de eso. Una taza de leche y café y dos platos, uno con tortitas y beicon y otro con fresas. Demasiada comida.

-No lo mires así-coloca la bandeja en mis muslos, sobre la manta-. No has comido casi nada desde el martes. Te mantienes a base de yogures y algo de pan. Alex, estás en los huesos.

Recuerdo que me dijo lo mismo el viernes, cuando salimos del hospital y ya me habían quitado los puntos.

-Gracias-digo. Mi voz afónica y grave... No creo que vuelva a sonar como siempre.

Daniel me ha preparado todo esto. Me encanta. Me encanta que se preocupe tanto por mí.

Daniel coje una de las fresas y me la acerca a la boca. La abro levemente y él introduce la punta de la fresa, la mordisqueo sin nada de ganas.

-Los morados de la cara ya no se te notan tanto-dice dejando la fresa en el plato.

Sonrío un poco. Sé que Daniel quiere verme sonreir siempre que pueda, y yo intento sacar cualquier sonrisa siempre que estoy delante de él.

Me siento tan muerta por dentro. No quiero verme en un espejo, lo evito a toda costa. No quiero ver mi cuerpo herido e hinchado.

-Alex, no quiero presionarte, pero tu padre está preso.

Se me corta la respiración. No quiero oir hablar de ese hombre más. ¡No! Me da miedo... No lo he denunciado, no he mantenido ningún tipo de contacto con él. ¡Quiero vivir tranquila! Es el causante de no dormir bien por las noches y no poder caminar bien porque mis piernas tiemblan. ¡Ese asqueroso hombre!

-Tu madre lo ha denunciado. Por favor escucha: si lo denuncias tú puede caerle una buena condena y no verlo más.

-No quiero... verlo jamás.

-Y no hace falta que lo veas. Haré lo que sea para que no testifiques delante de él. Alex, si ese hombre queda libre, yo lo mato. Y no quiero hacerlo, pero lo haré.

No Daniel. No quiero que tengas nada que ver en lo que pase de aquí en adelante.

-Solo tendrías que dar tu declaración una vez. De lo demás me encargo yo.

-No quiero meterte en más lios.

-¿En más lios?-Daniel se echa un poco hacia atrás y recapacita lo que acabo de decir-. No tiene nada que ver. Además... bueno, nada.

-¿Qué?

Duda. Su rostro refleja duda. ¿No quiere contármelo porque no confía en mí o qué?

-Mi abogado va a llegar a un trato con el de Leticia y ella. Leticia tendrá que admitir delante de un juez que odia a uno de sus hijos y que los maltrata mentalmente hablando. Lo tiene todo perdido, y su reputación social caerá en picado-utiliza el pulgar para hacer el gesto-. Y ella no querrá eso. Es la hija de un italiano rico. Su reputación es lo primero que le importa.

Quiéreme, por favor (Completa pero editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora