Capítulo treinta y uno

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Todas las voces se desvanecen en cuanto Martha pronuncia ese nombre. Leticia. La ex mujer-por desgracia- de Daniel. Aquella que le está haciendo la vida imposible. ¿Habrá sido capaz de hacerle esto a Daniel? Pero claro, debería de haberme pasado a mí. Se supone que yo no debería de haber salido del coche, y tendría que haber muerto. Pero conseguí escapar del ataque de un asesino-o puede que una-. Y puede que ese asesino sea Leticia. ¿Creerá que he muerto? Y el por qué es bastante fácil: no soporta la idea de que Daniel rehaga su vida. Desde el principio han sido celos. Ir a por sus hijos, descuidar al que más cariño parece que le tiene, y... claro... ¿Cómo arruinarle la vida más a su ex que matando a la mujer de la que se ha vuelto a enamorar? Y tiene mucha lógica.

-Ha podido ser cualquiera-dice Kevin moviéndose desde donde estaba apoyado hasta sentarse junto a su mujer, de nuevo.

-Pero por su culpa mi hijo está encerrado ahí dentro-murmura Hamilet.

No la miro a los ojos, pero siento su mirada de odio. No la aguanto. ¿Qué es mi culpa?

-¿Por mi culpa?-digo, hablando antes que Martha, que ya iba a defenderme-. ¿Por haber roto la ventana del cristal del coche y salir, quemándome pero no quejándome? Admito que debería de ser yo la que tendría que estar ahí en su lugar-levanto la mano hacia las puertas dobles-... Pero por favor, señora Tayson, no me diga... no me diga eso-se me rompe la voz, y ahora sollozo:-No me diga eso. Yo amo a Daniel... Daría mi vida por él... Y saber que he sido la causa de esto...

Me paro a pensar en lo sucedido hace horas. Daniel se acercó al coche en llamas..., creyendo que yo seguía dentro... Me buscaba.

-¡ALEX!-fue lo último que le escuché decir... Fue por mi culpa.

Stefan se acerca a mi lado y se dirije a la madrastra de Daniel. Su tono de voz es defensor.

-¿No ve el daño que causa? ¿Cree que Alex se siente orgullosa de lo que ha pasado?

Sin dejar que siga hablando, una enfermera atraviesa las puertas dobles. Se quitaba unos guantes blancos, manchados de sangre, y sujeta por el hueco del hombro una especie de tabla.

-¿Sois parientes de alguna víctima?-pregunta señalándonos con un boli de tinta azul.

-Sí-digo, apresurándome-. Daniel Tayson.

Recuerdo que dejé su cartera en los bolsillos, de modo que lo pudieran identificar. La enfermera empieza a pasar hojas y hojas, y se para en una.

-Daniel... Tayson... este es. Solo puede entrar uno, ahora mismo...-se toca, con nerviosismo, un medallón rojo que le cuelga del cuello. Evita mirarme a los ojos.

Se me hace un nudo en la garganta. Las lágrimas se me acumulan en los ojos. Empiezo a respirar muy jadeante.

-Que entre ella-la voz de Martha resuena firme. Sé que se refiere a mí. La enfermera asiente y nadie-ni Kevin, ni Hamilet, incluso Joseph- parecen estar en contra.

-Bien-la enfermera se hace a un lado-. Adelante. Pasillo recto, puerta dos.

Camino a grandes zancadas. Las puertas parecen de pesado metal frio cuando las empujo para pasar. El pasillo que veo a continuación me da escalofríos. Iluminado solo por débiles luces fluorescentes. Veo una puerta azul. Encima de ella el número uno. Miro a la siguiente.

El número dos.

La abro lo más rápido que mis músculos me dejan. La sala de dentro está incluso menos iluminada que el pasillo. Un médico terminaba de retirar las cosas de una mesita de metal, al lado de una camilla... Con un cuerpo encima de ella.

Daniel. Su piel morena está como siempre. Daniel está tapado de cintura para abajo por una sábana blanca. Le puedo ver esos pelitos del pecho que tanto ansio. Su pelo negro, está más limpio. En la cara tiene pocos rasguños, su nariz recta intacta. Puedo ver que de los hombos para abajo, por la espalda, tiene vendas y esparadrapos.

Quiéreme, por favor (Completa pero editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora