Capítulo treinta y nueve

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Aspiro encantada el olor a colonia del pecho de Daniel. Poco a poco voy tomando conciencia de lo que pasa a mi alrededor.

-Ya hemos llegado-susurra despacio Daniel, con la boca pegada a mi oreja.

Abro los ojos. Estoy sentada, con las piernas estiradas a lo largo de los sillones traseros y la cabeza en el pecho de Daniel, en el coche de Stefan. Y ya hemos llegado al hospital.

-Ghmm-gimo embelesada.

Daniel se rie. El sonido de la risa grave me hace sonreir. Le beso en la mejilla.

-Vamos, parejita-Stefan silba desde el asiento del conductor y luego sale.

Daniel me besa la frente y me acaricia la mejilla con el dorso de su mano. Me quedé dormida. Estábamos en la comisaría... ¿Daniel me trajo hasta el coche? Cuanto lo amo.

-Despierta, pequeña-me besa de nuevo en la frente. Podría pasarme horas así.

-No quiero-hundo la nariz en su jersey negro. La sonrisa que saco hace que mis dientes toquem la tela negra.

Daniel me aprieta contra sí y nos quedamos quietos, sintiéndonos por todas partes. No quiero separarme de él jamás.

Al cabo de un ratito, Daniel comienza a hablar:

-Me quedaría aquí todo el día, preciosa, pero tenemos que subir. Se darán cuenta de que no estoy. Si es que no lo han hecho ya.

Levanto la cabeza y le miro seria.

-Cosa que no tendrías por qué temer si no te hubieras fugado.

Daniel levanta una ceja.

-¿Me está recriminando algo, señorita?

Frunzo los labios intentando no reirme y le suelto:

-Puede.

Le doy un último beso en la comisura de sus labios antes de levantarme. Stefan está sentado en uno de los escalones de la entrada. Daniel me coje una mano y caminamos juntos hacia él.

-¿No tendré que lavar los forros del coche, verdad?-dice soltando una risa.

-Para nada. Aún seguiríamos dentro de ser así.-Daniel saca su sonrisa de medio lado.

Con el aguante de Daniel no hace falta ni dudarlo. Un calor extraño empieza a invadir mis partes íntimas y a propagarse por mis piernas.

Me estoy poniendo cachonda.

Le aprieto la mano a Daniel. Él gira y baja la cabeza.

-¿Te encuentras bien?

Asiento sin decir nada. Stefan se levanta y se sacude el trasero con las manos.

-¿Entramos?

Daniel y yo decimos «Sí.» al mismo tiempo. La cojera de Daniel ya no se nota tanto como ayer. Parece que se recupera bien, o, al menos, que sabe disimular muy bien el dolor.

Cuando entramos nos vamos directamente a los ascensores y, al caminar rápido, veo de reojo que Daniel tiene la cara rara. Me paro y le miro.

-¿Estás bien?-le cojo la cara con las manos.

-¡Sí! Venga, no nos podemos parar...-suelta un pequeño gemido.

Me pongo aún peor. Le ayudo a sentarse en una silla.

-Lo que me importa es tu salud, no que nos pillen.

-¿Qué hacéis?-Stefan aparece a nuestro lado-. Tenemos que darnos prisa.

Quiéreme, por favor (Completa pero editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora