Capítulo veintinueve

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Llevaba toda la tarde esperando a que fueran las doce. Después de descubrir los regalos de Daniel-que pedazos de regalos-, y después de merendar juntos, Daniel me configuró el móvil nuevo. Y le cojo rápido el tranquillo. Ahora entiendo a la gente con esa obsesión del WhatsApp.

Cerca de las nueve Daniel me había mandado uno.

*Te parece vernos esta noche? A las doce?*

No evité responderle con un sí rotundo. Y ahora, por fín, estaba subiendo en ascensor. Abro la puerta al mismo tiempo que se abren las del ascensor. Daniel... Tan sexy como siempre. En vaqueros y camiseta blanca, ajustada, su torso moreno se marca a la ajustada tela. ¿Se la ha puesto aposta? Sale del ascensor con las manos en los bolsillos.

-Hace más frio de lo que pensé-dice acercándose.

Me da un beso. Tiene la cara helada. Apoyo una mano en su pecho, y me sorprende ver que uno de sus masculinos pezones está duro. Me fijo bien, ambos están erguidos.

-¿En serio?-me rio. No lo hago muy alto ya que Charlotte está durmiendo-. Entra, pronto entrarás en calor.

-No puedo quedarme mucho-dice cerrando la puerta tras de sí-. ¿Estás segura de que ya...

-Sí. Lo quiero.

Daniel me atrae hacia él y me mira. Sus ojos negros me miran con una intensidad que no logro entender. ¿Le fascino?

-Tus ojos vuelven a brillar, ese azul oscuro que tanto me gusta.

-Siento en lo que me he convertido. Pero te prometo que no dejaré que nada vuelva a deprimirme tanto.

-¿Y has seguido con la píldora? Porque me he traido condones por si acaso.

-Sí, he continuado.

Daniel, sin decir palabra, pone sus manos en mi trasero y me eleva. Enrosco mis rodillas a su cintura y le rodeo el cuello con los brazos. Empieza a caminar hacia mi cuarto, y cierra la puerta con su pie. Es entonces cuando comenzamos a besarnos de nuevo. Inclinamos las cabezas y nuestras narices se cruzan. La lengua de Daniel devora a la mía. Siento como Daniel y yo caemos, encima del colchón. Me coje las muñecas por detrás de su cabeza y las mantiene a ambos lados de mi cabeza, sin dejar que las mueva. Me da un beso de pasión, largo e impetuoso. Nunca me había besado tan increíblemente bien. Me besa los labios, y también da pequeños... Oh sí, pequeños mordiscos. Que hacen que me vuelva loca, y que empiece a gruñir muy bajito, y eso lo excita más a él. Quiero sentirlo dentro, ¡ya!

Me arqueo un poco y estiro una mano entre nuestros cuerpos, buscando su bragueta del vaquero. La espalda me empieza a doler un poco, pero no es nada comparado con lo que sentía hace dos semanas. Te deseo, Daniel, y nada va a impedirlo.

Le desabrocho el cinturón, un trabajo que me cuesta un poco. Me quedo sin aire, no aguanto más el beso. Estiro la cabeza hacia arriba para poder respirar, pero eso no le hace parar. Se desliza por mi mandíbula y comienza con mi cuello.

-Sí...-susurro.

Daniel me deja la otra mano libre, y ahora las dos pueden centrarse en quitarle el vaquero. La siento, presionando contra mí. Uso los pies para bajarle los pantalones.

-Daniel-digo-, levanta.

Él alza la vista, y con una media sonrisa lo hace. Su enorme miembro sexual quiere atravesar la tela de los boxers. Me arrodillo frente a él y libero a la bestia. Totalmente erecta. La punta del glande, rosada, sobresaliendo del prepucio. Me desnudo, de cintura para arriba, quitándome la única prenda que cubría mis pechos: una camiseta. Daniel las mira con deseo, y no solo a ellas.

Quiéreme, por favor (Completa pero editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora