Capítulo cuarenta

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El día transcurrió sin más incidentes. Después de una larga conversación, intentando convencer a Daniel de que los niños se fueran hoy a dormir a casa de sus padres en vez de quedarse en el hospital, acabó cediendo. Pero yo me quise quedar con él. No me importaba dormir en un sillón repleto de cucarachas, no quería irme.

La familia de Chelsea invitó a Daniel al funeral. Daniel dijo que no. No iría, sabiendo las atrocidades que esta mujer ha cometido.

Ya los niños salían por la puerta con Kevin cuando Daniel se acercó a mí.

-Eh-me dice, acercándose por detrás. Yo tenía la vista fija en el cielo, mirando a través de la ventana.

-Hola-me giro y le beso la mejilla derecha.

-No sabes cuanto me alegra que quieras quedarte aquí.

Lo dice en un tono tranquilo y pausado.

-¿Ah sí?-frunzo el ceño.

Se ríe debilmente y luego dice:

-Tenía pensado que te ibas a quedar sí o sí. Como si tenia que emplear la fuerza.

-Ja, ja.

Me abraza y se mueve levemente, acunándome en el abrazo.

-No volverás a salir de esta habitación sola.

Siempre y cuando no se vuelva a tocar el tema de la ex mujer de Daniel, por mí perfecto. Levanto la cabeza, y Daniel baja un poco la suya.

Unos toques en la puerta interrumpen nuestro beso.

Daniel levanta un poco la cabeza y mira por encima del hombro.

-¿Quién es?-pregunta sin girarse. Tiene los labios rojos a causa del beso.

No me molesto ni en mirar. Realmente, ya no me molesto por nada.

-Siento interrumpiros-dice la voz de una mujer.

Es una enfermera. Le explica a Daniel que le tiene que abrir una vía en la mano y debe de andar doce horas con un gotero. Él asiente.

Cuando el proceso termina, miro con preocupación a Daniel. La cara que puso mientras le abrían la vía en el dorso se la mano era todo un poema. En cuanto la enfermera lo deja conectado al gotero y se va, le acaricio el pelo.

-¿Te ha dolido?

Daniel tiene el ceño fruncido. Los labios esbozando una sonrisa. Suelta un suspiro y una especie de risa entre dolor y felicidad.

-Para nada.

Le beso la frente sonriendo.

-Mentiroso.

Se rie con una carcajada y me acerca a él.

-¿Quieres subirte?-dice tocando con la mano el colchón a su lado. Él está sentado de forma que los pies le cuelgan. Niego con la cabeza mirando el largo y fino tubo del gotero. Le debe de doler una barbaridad.

Necesito que le den el alta ya. Quiero poder estar con él fuera de estas cuatro mugrientas paredes. Besarlo sin que nos interrumpan. Sudar con él en la misma cama...

Suelto un bostezo largo que me hace abrir mucho la boca. Daniel se inclina y apoya su frente contra la mía. Miro sus ojos cerrados.

-Me duele una barbaridad-gime.

Le pongo una mano en la nuca y bajo su cabeza a mi hombro.

-Estás agotado.-Hago una pausa. Escucho que va a decir algo y hablo antes que él- No intentes negármelo. El trote que has tenido hoy no es bueno para tu estado. ¿Te duele la espalda verdad?

Quiéreme, por favor (Completa pero editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora