29- GLOBOS COLOR ROJO PUTA

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YUSLEVI
¿Cómo podría describir convivir con mi suegra? ¡Pues era un martirio! La mujer hacia el esfuerzo (aunque era mínimo) por nada del mundo coincidíamos en algo. La muy maldita me llevaba la contraria a propósito en absolutamente todo.
Como cuando pedí helado de chocolate y la muy muerganea logró hacer que cambiaran mi pedido a sabor menta.

“No sí, debe ser que cuando voy a comprar helado quiero saborear pastal dental fría”.

Me sorprende no odiarla, porque llegaba a ser entretenido pelear con ella. Tal vez yo no era el tipo de mujer con el cual se esperaría que su hijo estuviera en una relación, pero cónchale ¿no importaba la hermosa relación que estábamos construyendo su hijo y yo? ¿Eso no valía la pena?

“Claro como a ella no le fue tan bien con el papá del alemán”,
Lyon me contó que sus padres se divorciaron cuando él había cumplido los dieciocho años y vivían en constante guerra. ¿El lado positivo de todo esto? Mi novela tenía un nuevo personaje de la discordia, al cual la protagonista llamaba: “bruja alemana” (le doy las gracias al colombiano por el nombre) y a todos les encantó las divertidas discusiones como también las peleas entre mi prota y su suegra.

“Bueno estoy ganando fama con mis desgracias”. Había encontrado la manera de deshacerme del estrés, apenas llegaba del trabajo y cenaba me la pasaba escribiendo. Ahora mismo me encontraba sentada en el sofá de la sala tecleando como loca en mi laptop para terminar de editar un capitulo.

“En serio es un estrés cuando toca corregir. Yo leo hasta cuatro veces pero siempre queda uno que otro error por ahí”.

—¿Qué haces? —alcé la mirada encontrándome con la madre del alemán.

—Invierto mi tiempo en el algo productivo.

—¿Y eso es?

—Escribo una novela —no parecía sorprendida ni tampoco interesada en saber más. En conclusión, mi suegra tenía la mueca más desinteresada que hubiera visto en una persona y a pesar de esa expresión tomó asiento en el mueble al lado mío.

—¿Quieres ser escritora?

—Esa es la idea, falta que la pula más. Apenas estoy empezando una primera novela.

—¿Por qué escribes?

—Como muchos otros, busco que reconozcan mi trabajo. —ella levantó una ceja —Vamos señora, todos los que publican en línea aparte de hacerlo como pasatiempo, quieren hacerse notar y que se reconozca su esfuerzo.

—Es iluso creer que puedes vivir de novelas.

—De que se puede pero de a poquito cuando se empieza. Ni que todos fuéramos Stephen King que puede cómodamente escribir una novela cada que le viene en gana y hacerla una película o serie.

—Leo a King. —“no me sorprende, es tan aterradora como esos personajes”-pensé para mis adentros —Pero me abstengo de ver sus adaptaciones a la pantalla grande, no creo que le hagan justicia.

—Yo la primera que vi fue: El Resplandor, pero solo por la comedia que le hicieron en los Simpson. “Sin televisión y sin cerveza Homero pierde la cabeza”. —repetí esa emblemática frase sin poder contener mi risa.  La señora Vanessa sigue siendo una tipa de una actitud muy seca y repelente conmigo pero aunque sea ya no me miraba con hostilidad.

“Vaya, esto es un gran avance. Tal vez me odia un poquito menos”.

LYON
Regresé antes del trabajo y encontré a Yusle junto a mi madre, charlando. “Al menos estaban intentando llevarse bien”. No pido que sean las mejores amigas, que tengan una relación tranquila y sin pleitos era todo lo que necesitaba.

©Amor en Seattle.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora