Capítulo IV

2.2K 251 167
                                    

Dos mundos opuestos iban de la mano en pleno Los Ángeles, uno quería deshacerse del agarre para no causarle una vergüenza mayor, el otro mundo evitaba que eso sucediera, tomaba con fuerza su mano para no dejarlo ir. Las miradas no cesaban, algunos señalaban para contarle a su acompañante, pareja, o amigo. ¿Por qué se asustaban tanto de verlos juntos? ¿Tanto miedo le tenían a la sociedad? Estas divisiones fueron creados por el hombre y su sed de poder, crearon reglas, políticas y dictaduras desiguales con el paso de los siglos. Existían leves excepciones en algunos temas, como en la Antigua Egipto, ahí las mujeres tenían igualdad de poder, también tenían amantes del mismo sexo; pero, ¿la esclavitud y pobreza? Esta seguía igual, ganando fuerza. También estaban las monarquías, reyes y reinas gobernando países sentandos en un trono, llenos de joyas, oro y plata, cuando su pueblo moría de escasez, fueron muy pocos los reyes justos que existieron. En fin, hay tantos temas en los que se podía y puede notar la desigualdad. ¿Algún día se terminará todo eso? No se sabe, solo queda la esperanza de que todo eso llegue a cambiar, algún día.

Comenzando por lo sencillo se marca la diferencia, ayudar a los demás sin ver únicamente su apariencia, la presentación, o como quisieran llamarlo. "He aquí mi secreto, que no puede ser más simple: sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos. " (El Principito). Una frase muy popular, con alta veracidad que muchos hoy en día siguen ignorando y, una que Kara no se tomó a la ligera, le quedó marcada en su corazón. Estuvo mucho rato sintiendo como Lena quería soltarla, sin embargo, no dejó que lo hiciera, tenía una leve idea de lo que sucedería si lo hacía; podría salir corriendo y no quería eso, Dios sabía que no. Luego de un rato sintió como cedió a dejarse guiar sin ser arrastrada, lo que provocó un suspiro de alivio. Observó como aquellos ojos verdes azulados miraban con curiosa atención las calles concurridas y los autos detenerse en los semáforos en rojo. Le llamó mucho la atención, parecía que estuviera descubriendo un mundo nuevo, era interesante. ¿Por qué? No lo sabía, tal vez podría más preguntarle, porque se imaginaba así misma caminando todos los días pasaba por los mismos lugares. ¿Qué ha cambiado entonces? Kara sentía que se había injertado en ella una semillita llena de intriga.

Esa pregunta se la podía hacer Lena, se sentía familiarizada con esa sensación de seguridad, esa que solo le brindaba su madre. Como si volviera a ser una niña pequeña que a penas descubría el mundo y estaba temerosa de perderse, esa era la descripción perfecta. Solo cambiaba que ya su mano no estaba siendo sostenida por Elizabeth, sino por aquella rubia que la defendió de su opresor. Una parte de su consciencia le estaba indicando que estaba siendo guiada hacia algún lugar donde se sentiría incómoda, por eso se sentía avergonzada, no quería que se rieran de Kara por estar ayudándola. Como acto reflejo intentó incontroladas veces soltarse, pero no lo logró, tenía mucha fuerza en su agarre, solo que nunca llegó a lastimarla.

Se detuvieron en Melrose Avenue, una de las avenidas más famosas de Los Ángeles, para Lena era nueva, nunca estuvo por ahí, ni tan siquiera cerca. Recorrió con su mirada el lugar, divisó a lo lejos como estaba llena de tiendas diferentes. Suspiró ladeando su cabeza, ella no podía entrar ahí, aunque quisiera, no la dejarían entrar a las tiendas por su aspecto poco grato. Sintió como su mano iba siendo jalada para cruzar la calle, pero sacó la fuerza suficiente para detenerla y, por fin pudo hacer que Kara la volteara a ver.

— ¿Kara? — la llamó temerosa de que se molestara.

— ¿Sí, Lena? — le contestó mirándola a los ojos con una pequeña sonrisa.

— Agradezco que me hayas traído hasta aquí con buenas intensiones, pero — suspiró desviando su mirada de los ojos azules que la miraban con atención — Yo no puedo entrar ahí. Aparte de que no me dejarían atravesar la puerta, sería una humillación para mí y, quizá para ti — Kara frunció su ceño negando con la cabeza.

El Amor En Un Compás Donde viven las historias. Descúbrelo ahora