Capítulo I

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Jugar golf, tenis, en un Country Club de Los Ángeles con sus "amigos" de la sociedad impuestos por sus padres y practicar surf los fines de semana, era su rutina, su aburrida rutina, ¿por qué aburrida si es lo que cualquiera desearía? Bueno, para ella empezaba a serlo, aunque, admitía que en un principio todo le parecía asombroso y color de rosas. Pero, todo esa ilusión acabó después de su adolescencia, finalmente pudo abrir sus ojos para darse cuenta de cómo eran realmente las cosas. Todo se agravó en el momento que cumplió los dieciocho, empezó a desarrollarse tanto física y psicológicamente más como una mujer joven. No solo debía soportar estar yendo por obligación a numerosas galas y cócteles con aburridos hombres de negocios que, en la mínima oportunidad, insinuaban querer unir a sus hijos en matrimonio con ella, o se ofrecían ellos mismos si estaban aún solteros. Eso era algo que le causaba un gran estremecimiento en el cuerpo, porque según decían, era por mejorar el futuro del país y la ciencia. Sin embargo, tenía la suerte de que sus padres no estaban de acuerdo con esa antigua creencia de arreglar matrimonios por conveniencia como en el siglo XIX.

Cumplidos sus veintiséis años y, con su reciente graduación de la Universidad de Harvard, recibió un regalo lujoso, un auto nuevo, no un cualquiera, fue un Lamborghini Gallardo de color azul claro, por parte de sus padres, uno que nunca pidió, pero que tampoco podía rechazar, sí, se había mal acostumbrado a los constantes regalos de sus padres, quiénes trataban de llenar el vacío que ellos mismos dejaban al estar ausentes tanto tiempo. Y, ¿quiénes eran sus progenitores? Eran unos revolucionarios científicos alemanes que, recientemente fueron nombrados por la revista American Scientist, como los nuevos magnates de los Estados Unidos debido a su gran capacidad científica, su capital y adquisición social, los Zorel.

Matrimonio de casi treinta años conformado por Alura Zorel y Zor Zorel. Llevaban lo mismo viviendo en el país norteamericano tras haber dejado Alemania sin motivo aún conocido. Su pequeña hija, una de las protagonistas de esta historia, Kara Zorel, nació, creció y vive como una ciudadana nativa más. Casi no conocía sus orígenes alemanes, ya que sus padres viven censurando y negando esa parte de ellos mismos. Un día, solamente se resignó a no saber nada y dejó de preguntar causando un gran alivio a sus progenitores.

Una chica rubia natural, ojos azules grisáceos, con una piel bronceada, una sonrisa perfecta y un cuerpo de infarto. Así la describían los chicos y chicas que sentían un flechazo instantáneo. No obstante, se quedaban cortos en la descripción, Kara era más que eso, tenía una forma tan dulce, tierna, humilde, divertida, muy inteligente y extrovertida de ser que podía robar el corazón en instantes. Para quiénes realmente la conocían metían las manos en el fuego si se trataba de desmentir rumores sobre su personalidad tan transparente y genuina. También tenía sus defectos (como toda persona), un carácter fuerte cuando se trataba de defender los Derechos Humanos y, por hambre. Además, algunas veces tenía un exceso de amabilidad con las personas incorrectas que terminaban por usarla.

Así como la veían, solo tenía dos mejores amigos; Alexandra Danvers, la conoce desde que comenzó a tener memoria, sus padres eran los mejores amigos y socios de los Zorel, se habían conocido en Alemania y, sin dudarlo, les abrieron las puertas de su hogar cuando recién llegaron a Estados Unidos. Por otra parte, Winslow Jr. Schott, un chico becado que conoció en la Universidad, se hicieron muy cercanos gracias a algunos cursos que tuvieron juntos. El pobre confundido, después de unos meses conociéndala le pidió una cita y una que rechazó asegurándole que lo veía solo como un hermano.

En cuánto a sus estudios, terminó graduándose de algo que no le apetecía ejercer, Astrofísica. Lo que realmente le apasionaba era el arte; la pintura, escultura, y la música. Amaba cantar y tocar piano cuando sus padres no estaban, no era porque le prohibieran hacerlo sino que prefería mantenerlo como algo muy íntimo, un ritual muy suyo. Si le preguntan cuál carrera hubiera elegido sin dudarlo, Estudios del Arte, o la Música en sí. Pudo haberlo hecho, Harvard contaba con ambas carreras, sin embargo, no lo hizo para no decepcionar a sus padres.

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