Capítulo IX

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"La música y el baile son dos artes que están íntimamente ligados." (Molière). El arte en todo su esplendor, puede resultar ser un acto tan íntimo y a la vez embriagador como cuando dos almas gemelas se encuentran en medio de un largo camino dispuestas a consumirse poco a poco, un complemento perfecto. Así es la música con el baile, un aliento que llena su vida de energía y alegría y, el baile, es la expresión más bella que le da un enorme propósito para seguir existiendo. Ambas fusionadas crean diferentes significados según el escenario en que se vean envueltas, significan; apasionantes aventuras vividas, dolor, angustia, desesperanza, protesta, entre otros significados. Es un mundo completo, donde la persona implicada se sumerge con pasión para liberar todos esos sentimientos que oprimen su pecho, cada facción de sus rostros, cada ejecución libre de sus pies, dorso y brazos importaba, sentir la música, vivirla se podía reflejar en su piel cuando se erizaba en la primera nota que se escuchaba.

"¿Qué sería de la vida si no tuviéramos el valor de intentar algo nuevo?" (Vicent Van Gogh). Un mundo nuevo lleno de interesantes y apasionantes historias, le esperaban a partir de ese descubrimiento tan emocionante, lo sentía, siempre sintió que iba siendo arrastrada cada vez más por la música, como si se tratara del mar arrastrándola a las profundades, así se imaginaba cada vez que golpeaba con sus zapatos rotos el suelo marcando el ritmo de las canciones que tocaban aquellos músicos callejeros, o cuando veía a las personas bailar. Cada movimiento lo aprendía con naturalidad, como si fuera cuestión de chasquear los dedos para que sus pies lo hicieran sin esfuerzo. Sentía como su ropa deportiva empezaba a ajustarse a su cuerpo por el sudor, se sentía cansada y a la vez necesitada de más baile sin importarle que su cuerpo se llegara a desplomar en el suelo.

— ¡Perfecto, fue todo por hoy! — escuchó a la gran Andrea Rojas decirles deteniendo la música — Estuvieron excelentes, dense un aplauso ustedes mismos.

Comenzaron a aplaudir con sus pechos subiendo y bajando agotados por la actividad. Lena buscó a su mejor amiga con la mirada, pero la encontró ingresando de nuevo con una bebida enérgica y una botella de agua.

— Me estás consintiendo mucho, ¿lo sabes? — bromeó sonrojando un poco a Kara — ¿Cómo estuve? Noté que me equivoqué unas cuántas veces en algunos pasos — le preguntó tomando las botellas sonrojada por el sudor y un tanto jadeante.

— Estuviste genial, Lee, de los errores siempre se aprende — le sonrió metiendo sus manos en las bolsas del pantalón — Supiste retomar como si nada, Andrea está muy contenta contigo.

— Hola chicas — se acercó el chico moreno que su amiga le comentó, tenía acento británico — Mi nombre es William Dey — extendió su mano con una sonrisa.

— Es un gusto, William, soy Kara Zorel — le estrechó la mano con una sonrisa — Eres el bailarín estrella de Andrea, según me comentó.

— No lo dudo, eres asombroso bailando — aportó Lena con una gran sonrisa cerrando la botella y le estrechó tardíamente su mano.

— Oh, bueno, eso dice ella siempre y mi esposo también — soltó una pequeña risa sonrojado — ¿Qué me dices de ti, Lena? ¿Cuánto tiempo te has dedicado al baile?

— En realidad, es mi primer día de toda mi vida — William abrió los ojos sorprendido y Kara asintió confirmándolo.

— Bueno, tienes un talento nato, con mucho gusto podrías sustituir a mi antigua pareja de baile — sonrió de medio lado.

— Ahora que lo mencionas, William, Lena será tú nueva pareja — se acercó Andrea dándole unas pequeñas palmadas en su espalda.

— ¿Significa que volvemos a la competencia? — sonrió tan ampliamente que casi arruina la botella que tenía en sus manos.

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