La rubia no pudo examinar el rostro de su defendida, pero suponía que estaba adolorida por salvaje agarre de ese insoportable hombre. Solo completó en un momento veloz y casi difuminadamente su mirada, así como color de ojos. Gracias a que hizo valer su amenaza sacando a la luz lo que él pensaba en lo profundo del océano, contempló su liberación instantánea y sonrió complacida en cuánto la chica comenzó a correr lejos de ellos. Miró de soslayo a Alex que estaba en posición de ataque por si alguno de los guardaespaldas decidía atacar. Y se dio cuenta que las personas empezaban a acercarse curiosos, se sentía atraídos por aquel enfrentamiento verbal serio, eso le favorecía a Kara, ya que empezaría a caerse poco a poco su a penas inicial postulado.
— Estarás contenta, muy contenta, la mugrosa se escapó — miró hacia atrás haciéndoles una seña para que salieran en su búsqueda. Kara cruzó los brazos con burla.
— ¿Tanto miedo le tienes a una chica que dijo nada más que la verdad, Alexander? — Él se acercó a su rostro desafiándola, parecía un perro enfurecido.
— ¿Cómo es sabes ese nombre, Zorel? — le cambió el tema a uno que sí le era de interés — No te atreverías a desafiarme — Kara siguió sonriendo.
— ¿Quieres ponerme a prueba? — se alejó dos pasos levantando sus brazos aún con la sonrisa — ¿Por qué no analizas con detenimiento tú entorno? Tengo todo a mi favor en este momento — arqueó su ceja divertida — Puedo pedirle a Alex que me consiga un megáfono, o aún mejor, puedo tomar el micrófono de aquella banda — los señaló sin mirar los rostros tímidos. Lex comenzó a gruñir con fuerza.
— No sabes cuánto te detesto, Zorel — le dijo mostrando su dentadura poniéndose casi rojo hasta la coronilla de su cabeza.
— El sentimiento es mutuo, Luthor — le contestó con mucha seriedad.
— ¡Te arrepentirás de esto! — la amenazó apuntándola con su dedo comenzando a alejarse.
— No te tengo miedo, ni nunca lo tendré — puntualizó perdiéndolo de vista. Alex suspiró aliviada pasándole su brazo por los hombros — Ahora sí, vamos por los materiales de arte — Alex asintió mirando hacia atrás, ya Lex se estaba montando en el Roll Royce.
"Sus ojos verdes azulados, son como el vivo retrato de una pradera virgen en un sol de verano." Anotó en una libreta aquél pequeño verso para no olvidarlo, en ese momento se sentía como toda una verdadera poeta. Sentía una gran inspiración brotar por los poros de su piel, tenía delante suyo un lienzo no muy grande sobre el caballete, hacía un bello boceto improvisado de un hermoso paisaje. Tenía fresca, como si fuera una mismísima pintura, la imagen de sus ojos, esos hermosos ojos que solo pudo apreciar en un poco menos de un segundo, antes de que la dueña de los mismos saliera corriendo. Esto sucedió mucho antes de que su enfrentamiento con el mismísimo Lex Luthor acabara. ¿Cómo se enteró de lo que sucedía? Esa era una pregunta interesante que podía responderse casi sola. Kara iba con intensas intensiones, quería darle hacerle un knock- out desde que su mejor amiga le contó que planeaba lanzarse para Gobernador. Como también le comentó (sin descaro alguno), donde iba a estar el susodicho, iba más que preparada mentalmente para enfrentarlo frente a miles. En cierta parte, esperaba que cometiera el mínimo error para poder desenmascararlo. Porque sí, en verdad sentía un rencor tan grande hacia los Luthor.
Todo ese rencor comenzó a surgir desde que tenía uso de razón y, no exageraba. Recordaba los comentarios xenofóbicos e hirientes hacia sus padres; en las galas, eventos científicos, conferencias, en cualquier lado y, en cualquier instancia era perfecta para que los Zorel salieran insultados. El momento exacto en que surgió todo fue; cuando la Academia Nacional de Ciencias (NAS), aprobó su ingreso sin valorar la opinión de los Luthor quiénes estaban en contra. Los Zorel, con ello, habían empezado a trazar un buen camino que los llevaría a la posición que tenían actualmente, pero eso no es todo, también se habían ganado a los Luthor como rivales y, nadie los quería tener en contra.
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El Amor En Un Compás
RomanceUna vida, una persona que consigo lleva un destino por escribir, en un cuaderno, o un libro en blanco que conforme el pasar del tiempo llenaría, cada una de sus páginas tendría letras doradas e imborrables. Muchos de ellos nacen escribiéndola con to...