Capítulo XII

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"No existe nada más hermoso que la manera en la que el mar se rehúsa a dejar de besar la costa, no importa cuántas veces sea enviado de regreso." (Sarah Kay).

Parecía estar en una estado de ensoñación, apreciaba cada centímetro de la hermosa Manhattan Beach, le gustaba como se sentía la arena en sus pies. A veces se inclinaba para tomar puñados dejando que esta se escapara en medio de los dedos de sus manos y le encantaba como el mar llegaba hasta la punta de sus dedos como una leve caricia y se devolvía a su sitio pareciendo apenada de rozar su piel. Estaba segura de que se convertiría en su lugar favorito, se sentía relajada, tan relajada que podría dormirse, estaba sentada en una silla playera maravillada. El calor que hacía era delicioso, no se preocupaba por el daño que le causaría a su piel, pues, esta estaba bien protegida contra los rayos UV, su sombrero la protegía y también su crema protectora solar esparcida uniformemente sobre su piel.

Sentía algunas miradas sobre sus hombros, ni siquiera se molestaba averiguar de dónde procedían, porque su atención se repartía con dicha rubia que domaba las grandes olas como una maestra, en un principio tuvo miedo; miedo de que se cayera y resultara golpeada con su propia tabla. Sin embargo, ese miedo desapareció pocos segundos después, sonreía cada vez que la veía a hacer una pirueta arriesgada en su tabla, sabía que se estaba ganando a los jueces que se encontraban no muy lejos de ella con gestos impresionados, para ser solo una competencia aficionada, tenía mucha apariencia profesional. A veces gritaba su nombre compitiendo con algunas admiradoras de Kara y le aplaudía con fuerza para motivarla más, se sentía grande cuando la veía lanzarle un beso desde la distancia, causando murmullos malhumorados de aquellas que competían por ser las destinarias. Eso le parecía divertido, la hacía sonreír entre los tragos que le daba a su cóctel en frutas. De vez en cuando miraba de reojo a los insufribles "amigos" ricos fruncir el ceño hablando entre ellos por las altas calificaciones que recibía.

¿Cómo no iban a sentirse humillados? Kara Zorel, era buena en todo lo que hacía y moría por descubrir cada una de sus facetas, quería dedicarse a apreciar su arte el resto de su vida y darle todo su apoyo como la rubia se lo daba sin dudarlo. Una princesa azul que llegó a rescatarla en un flamante caballo blanco, con ese sobrenombre su mejor amiga la molestaba cuando pasaban viendo algunas películas en su habitación, más si se asemejaban los personajes a su personalidad. No era mentira, así secretamente Lena la veía, pero no sería capaz de reconocerlo en voz alta, de hecho, Kara tenía más comparaciones que poco a poco iría descubriendo.

— Oliver, ¿qué haces? — escuchó a sus espaldas como una rubia y un rubio se acercaba a donde estaba sentada.

Lena los reconoció de inmediato, eran los riquillos que parecieron escuchar sus pensamientos sobre ellos y rodó los ojos agradecida de tener lentes oscuros así no veían lo que sus ojos expresaban en ese momento.

— Acercarme, ¿acaso no puedo acercarme a una chica guapa? — Lena tensó sus mandíbula mirando hacia Kara.

La rubia sonreía agradecida con los jueces, empezaba a acercarse con su tabla, por medio de un megáfono la daban el primer lugar, segundo y tercero. Se empezaban a escuchar los aplausos y gritos de las "fans" de Kara, había ganado.

— Se dan cuenta que puedo escucharlos, ¿cierto? — se giró irritada para enfrentarlos de una vez y por todas.

— Tiene buena audición, señorita — le sonrió él como todo un galán y su rubia acompañante solo rodó los ojos mirando con respeto a Kara que se acercaba cada vez más — Déjeme presentarme, mi nombre es Oliver Queen — le tomó su mano para darle un beso en el dorso.

— Lena Walsh — quitó su mano con una sonrisa fingida — Le agradecería, señor Queen, que no vuelva a tomarse esas libertades conmigo — arqueó su ceja mirándolos a ambos.

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