Capítulo 24

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Respuestas

Marco

Inmóvil, esa sin duda sería mi posición. Porque desde que mire a mi madre parada a unos metros de nosotros me quede rígido. Pero así como tengo encima la mirada de mi madre, también tengo la mirada de desconcierto por parte de Emma.

Pasan segundos en donde mi madre mira a Emma y luego a mí con clara confusión en su mirada. Frunce el ceño y luego pregunta:

—¿Qué están haciendo aquí?

Me mira esperando a que conteste, pero miro a Emma cuando es ella la que decide intervenir.

—Hola mucho gusto —sonríe—, soy Emma.

Mi madre deja de mirarme para después evaluar con la mirada a mi novia, y el simple hecho de que la mire con apatía me molesta, ya que ella no se lo merece.

—Emma es mi novia —me apresuro a decir.

Me mira con sorpresa, ya que cuando vivía con ella jamás le llegue a presentar a ninguna chica. Ni a ella, ni mucho menos a mi padre.

—La razón por la que estamos aquí, es porque tenemos asuntos pendientes, de los cuales nunca pudimos hablar, así que pensé que sería una buena idea el venir aquí. Pero entenderé si no aceptas.

Mi voz sale hostil y no intento disimular algo de amabilidad. Emma camina hasta a mí y me susurra mientras me toma de la mano uniéndola a la suya.

—Marco, por favor. Deja tu hostilidad, este no es buen momento.

Vuelvo la mirada al frente y observo como mi madre sigue en la misma posición mirándonos.

—No hace falta que se vayan, de hecho creo que es necesario que hablemos, pueden entrar.

Comenzamos a caminar y mi madre se apresura a la puerta, deja las bolsas de supermercado en el suelo para poder sacar las llaves de su bolso que lleva colgado sobre el hombro.

Abre la puerta y se agacha para tomar las bolsas para luego entrar a la casa seguida de Emma. En cambio yo, me tomo mi tiempo para entrar.

Cuando lo hago, los recuerdos inundan mi mente. La casa sigue como la recuerdo. Mi madre no ha cambiado prácticamente nada. Avanzo por el corto pasillo de la entrada en donde están las puertas que dan al cuarto de lavado y del baño de la primera planta. Continúo avanzando hasta estar frente a las escaleras. A mi derecha está la cocina y a mi izquierda está la sala y el comedor.

Mi madre sale de la cocina y me mira con atención antes de ir a la mesa para recoger una bolsa, pasa junto a mí y vuelve a entrar a la cocina. Miro hacia la sala en donde esta Emma sentada en el sofá de tres plazas. Camino hasta el sofá y me siento al lado de ella.

Pasan los minutos y mi madre no aparece. Me empiezo a desesperar y Emma parece notarlo porque se gira tan solo un poco y con su mano aprieta suavemente la mía, mientras que su otra mano la lleva a mi mejilla, en donde reparte suaves caricias.

Le sonrío ladeadamente y cuando escuchamos los pasos de mi madre Emma retira su mano de mi mejilla, mi madre se sienta en el pequeño sillón y de inmediato se construye un silencio tenso, nadie habla, así como tampoco nadie hace el intento de romper el incomodo silencio que se ha instalado entre nosotros.

Pasan los segundos los cuales hacen que me cosquillen los dedos, miro a mi madre y decido hablar.

—¿Tienes tiempo para hablar?

Mi madre asiente y claramente noto como débilmente intenta ocultar una pequeña sonrisa.

—Por supuesto.

Almas GemelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora