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Jimin hizo las maniobras necesarias y salieron del hotel, se internó en el tráfico con tranquilidad, aún los dos en silencio, pero cuando apenas se habían alejado quinientos metros del hotel él dió el intermitente y se apartó de la calzada, estacionando el auto a un lado, pero sin parar el motor.
Se quitó las gafas de forma habitual para girarse, se acercó a ella, que mantenía la vista al frente, rígida, esbozó una sonrisa, sin decir nada pulsó el botón que conectaba el calefactor de los asientos, después volvió a acercarse.

_____ se mantuvo quieta. ¡Hijo de puta! ¿Ahora me vienes con esas? Darle un bofetón no era idóneo, pero era tan apetecible…, notaba su perfume, la respiración junto a su oreja. ¿Qué pretendía? La respuesta era obvia, volver a ponerla a mil por hora para después dejarla cachonda, aunque esta vez por lo menos al llegar a casa tenía el consuelo de su vibrador. ¿En la última compra se había acordado de las pilas?, concéntrate _____, está junto a ti. Mejor dicho, casi encima de ti.

—¿Qué ocurre? —Le preguntó de forma impertinente.

—Dame la dirección, sino no podré llevarte a casa.

Se rió interiormente. ¡Cómo si no la supiera! Joder si la sabía, incluso la había memorizado.
¡Dios! ¡Qué ridículo! ¿Pero para pedir una dirección hay que susurrar al oído?

_____ se la dió, de forma neutra, y vió cómo él introducía los datos en el navegador.

—No es necesario. —Intentó sonar ahora más amable—. Puedo indicarte el camino.

—Tranquila, para eso está el GPS.

Jimin terminó de introducir los datos y esperó que el navegador mostrase en pantalla la ruta, se volvió a inclinar sobre ella para poder hablarle y decir de una vez por todas lo que quería, lo que tenía en mente y lo que pensaba hacer. Siempre y cuando fuera capaz de concentrarse.
_____ está vez no hizo ademán de apartarse. ¿Qué iba a hacer esta vez?, no, no iba a tomarle el pelo más veces, estaba claro que él iba a jugar con ella, pues bien, que juegue. Se está rifando una bofetada y Jimin tiene todas las de ganar.

«Siga por esta calle unos quinientos metros, después gire a la izquierda». La voz del navegador la sobresaltó.

Jimin se acercó más su boca a su oreja.

—_____… quiero llevarte a casa, desnudarte, contemplarte para después recorrer cada centímetro de tu cuerpo, primero con mis manos. —Le dió un pequeño lametón en la oreja—. Después con mi boca —un mordisquito de esos suaves pero que transmiten todo—. Encontrar todos tus recovecos, perderme en ellos, oírte gritar de placer, sentir tus uñas clavadas en mi espalda, tus piernas rodeando mi cintura, rodeando mi cuello… —Se interrumpió para besarla con ímpetu.

Ella se quedó inmóvil, con los brazos cruzados, tal y como había estado desde que se subió al auto, y se preguntó: ¿y ahora, qué?
Jimin la estaba besando de esa forma única que ella recordaba, de forma provocadora, recorriendo lentamente el contorno de sus labios para después asaltar su boca, presionándola, instándola a seguirle, y por mucho que ella lo intentase se rindió.

Él volvió a su oreja y a sus palabras desquiciantes.

—Quiero verte danzar conmigo, unidos, que tu cuerpo se abra para mí, y darte todo lo que desees, entregarme por completo, follarte hasta que los dos no podamos más…

Sentía hervir la sangre. ¿Cómo puede decir eso? ¿Era una especie de promesa? Pues más vale que la cumpla, esta vez no iba a poder soportar otra interrupción.
Un calor la recorría interiormente. ¿O era el asiento que empezaba a calentarse?

그렇게 쳐다보지마 [🄰🄳🄰🄿]★☆★☆ Jimin メ _____☆★☆★Donde viven las historias. Descúbrelo ahora