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______ regresó a casa tras una sesión insufrible con DaMi, a pesar de andar mal de dinero. ¿Qué mes no era así? Se había comparado un vestido, hermoso por cierto, rojo intenso, con zapatos a juego. Por supuesto de tacón, no se puede ir pidiendo guerra con zapatos planos. ¡Por favor!
Cediendo a una de sus debilidades también se pasó por la sección de lencería y completó el conjunto. El raso rojo (también intenso) era divino tapaba lo justo y levantaba lo necesario.
Guardó todo cuidadosamente en el armario, la verdad que esa maravilla de lencería junto a sus bragas y sujetadores funcionales eran un atentado estético. Pero, en fin, poco a poco iría renovando su interior.

Se preparó algo rápido de comer, ahora que su nevera estaba medianamente surtida podía permitírselo y tras ordenar un poco el departamento se tumbó en el sofá.
Sabía lo arriesgado de esa acción, pero aún estaba la almohada y la manta que dejó a YoonGi así que encendió la tele, un programa aburrido es el mejor somnífero y se echó la siesta.
Hacía siglos que no disfrutaba de ese pequeño placer. Siempre apurada, siempre deprisa, sin pararse a disfrutar de las cosas. Pagaba un departamento del cual apenas disfrutaba ya que la mayor parte del día estaba por ahí, comiendo de mala manera, arañando horas al sueño y robando oportunidades de disfrutar un poquito más de las cosas sencillas.

Se estiró para después hacerse un ovillo en el sofá, como una gata perezosa. Sonriendo como una tonta, vale, las cosas no iban lo bien que tenían que ir, pero desde luego este momento de paz y tranquilidad nadie iba a estropearlo.

—Hoy no es mi día —refunfuñó al oír el timbre.

Lo cierto es que sí que había gente tan mala en el mundo como para interrumpir su agradable sesión de sofá.
Se puso las zapatillas para abrir la puerta, miró el reloj del microondas, casi las siete de la tarde. ¿Tanto he dormido?

—Tengo el horario hecho una mierda.

Abrió la puerta sin mirar por la mirilla.

—¿Puedo pasar?

—Sí —acertó a decir. Apartándose de la puerta.

—Te veo muy bien.

—Gracias. —¿Te veo muy bien? Mentiroso de mierda, estoy hecha una piltrafa, con un viejo pantalón de deporte y una camiseta de tirantes que ha conocido tiempos mejores—. Lo mismo digo.

Jimin se acercó a la barra de la cocina y dejó ahí un maletín, después se quitó las gafas y las dejó encima.
Muy bien. ¿A qué ha venido este cabrón y por qué estoy tan nerviosa? Sabía por experiencia que cuando él se quitaba así las gafas, ocurría algo. Bueno o malo estaba por ver, pero teniendo en cuenta cómo la iban últimamente las cosas…

—¿Te apetece algo? —Preguntó a modo de romper el hielo y por educación.

Lo cierto es que últimamente estaba haciendo progresos con sus habilidades sociales. Un punto para ella.

Jimin no dijo nada, por lo que _____ se dirigió a la cocina pero antes de que girase él la había agarrado desde atrás.

—Me apetece devorarte viva, maldita sea. —Acercó sus labios al cuello de ella.

Ella inspiró con fuerza, mal, mal, vamos mal, así no, cabrón manipulador y egoísta.
Sí, sí, sigue así, joder, mi cuello tiene demasiadas terminaciones nerviosas.

—Jimin…

—¿Qué? —Preguntó con voz ronca sin soltarla y agarrando un pecho con su mano.

—¿Estás bien? —Inquirió ligeramente preocupada ante el tono empleado por él.

—No, no hasta que te haya desnudado, te tumbe en la cama y empiece a saborearte.

—Vaya… —dijo en un suspiro. Eso era toda una declaración de intenciones. Ella no iba a poner ninguna objeción.
¿Debería ponerlas?
Eso después.

그렇게 쳐다보지마 [🄰🄳🄰🄿]★☆★☆ Jimin メ _____☆★☆★Donde viven las historias. Descúbrelo ahora