IV

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EMMA COLLINS

Chloe y yo nos quedamos desconcertadas al ver al camarero que hemos visto hace aproximadamente una hora. No entendemos cómo ha podido llegar hasta aquí antes que nosotras, ni siquiera había cerrado su bar por aquel entonces.

—Estoy alucinando.—dice Chloe boquiabierta.

—Yo también, la verdad.

Al percatarse de que lo estamos mirando fijamente, se acerca con la bandeja bajo el brazo.

—Hola señoritas, ¿desean algo?

—¿Que si deseamos algo?—le pregunta Chloe—¿Acaso no nos conoces?—el chico frunce el ceño extrañado y no responde—Hace una hora, en el otro bar, cuando nos has servido unas copas.

—Lo siento señoritas pero no sé de qué me están hablando, yo trabajo aquí.

—¡¿Nos estás intentando hacer pasar por locas?!—le pregunta Chloe enfurecida.

Como siga con ese comportamiento lo más seguro es que nos echen del establecimiento.

—No, solo las digo que se están equivocando de persona, no trato de ofender a nadie.

—Chloe, será mejor que vayamos a jugar al póker o algo. Déjalo.

—¿Que lo deje? Nos está retratando como si fuésemos unas mentirosas.

—Señorita, le juro que...

—¡Señora!—le corrige Chloe—¡Y casada!—le enseña su anillo de matrimonio comprado por Tom.

—Me alegro, me alegro...

—Discúlpenos.

Agarro a Chloe de la mano y me la llevo a una esquina.

—Chloe, por favor. Si seguimos montando escenitas nos terminarán echando. Lo digo totalmente en serio.

—Está bien, está bien... Pero dame la razón y dome que nos está intentando dejar como unas locas.

—Lo está intentando.—digo para que se quede tranquila.

—Genial. Vayamos a jugar pues.

Mientras nos adentramos en las mesas de juego trato de encontrar a mis padres por algún lado pero ni rastro. Unos hombres con traje que tendrán unos treinta años se nos acercan al vernos tan solas y perdidas en el lugar.

—Hola, buenas noches.—inicia la conversación uno de ellos.

Las dos fijamos la mirada en él. Es bastante atractivo y parece buen hombre.

—Buenas noches.—respondo.

—Perdón si las interrumpimos, pero es que las hemos visto un poco desorientadas. ¿Saben jugar?

—La verdad es que no. Es mi primera vez en un casino.

—Podríamos enseñarlas.—dice el otro hombre.

Chloe me mira de reojo y no responde. Supongo que está intentándome dejar a mi con todo el marrón.

—Si no les es molestia...

—No, para nada. Venid a nuestra mesa.

Les seguimos hacia su mesa y mientras avanzamos por el lugar se dan la vuelta para preguntarnos sobre nosotras.

—¿Son de aquí?

—No. Vivimos en Nueva York.

—¿En Nueva York? O sea que la Gran Manzana...

EL PROBLEMA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora