XIV

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EMMA COLLINS

—¿P-papá?

Este se levanta y me mira fijamente a los ojos. No aparta la mirada de la mía ni un segundo. Comienza a avanzar y yo comienzo a retroceder, colocando la mano en el pomo de la puerta, por si las moscas.

No conozco a este hombre. Desde que nos abandonó mi padre ya no es mi padre, simplemente un desconocido.

—Emma, hija... Bienvenida de vuelta a casa.

—¿Q-qué estás haciendo aquí? ¿Cómo has entrado?

—No importa como he entrado. Quiero hablar contigo.

—Seguramente te haya dejado mamá, ¿verdad?

—¿Cómo...?—me mira extrañado.

—Me he enterado de todo. Ya sé que os estabais viendo.

—Joder, no quería que te enteraras así... De imprevisto. ¿Te lo ha contado ella?

—Fíjate que no.

—Bueno, el caso... Todo bien por mi casino, ¿no?

En cuanto oigo esas palabras me quedo en blanco y rememoro el momento en el que le seguí y me quedé encerrada en el ascensor.

—¿D-de qué estás hablando?—le pregunto haciéndome la loca.

—No soy tonto. Ni mis hombres tampoco. Saben de ti y saben cómo eres físicamente, en cuanto apareciste por esa puerta lo primero que hicieron fue avisarme. ¿Qué es lo que hacías allí?

—Nada. Ir a un casino normal y corriente con mi amiga Chloe.

—¿Habéis recorrido medio país para ir hasta Washington para ir a un casino teniendo miles en Nueva York? ¿Y justamente al de tu padre?

—Estábamos de visita por Washington. De todas maneras, no te tengo que dar explicaciones. No eres nadie en mi vida desde que nos abandonaste.

Mis frías palabras provocan en el una tensión en la mandíbula. Se sienta en el sofá y me mira directamente a la cara.

—Dime la verdad, Emma. ¿Qué querías?

—¿Qué?

—Fui yo quien te encerró en el ascensor.—confiesa—Me estabas siguiendo. ¿Qué querías? ¿Dinero?

—No... Yo... Esto... Quería...—no tengo palabras para describir lo avergonzada que estoy—Quería hablar contigo, simplemente.

—¿De qué?

—Sabía que habías vuelto a ver a mi madre y si habías vuelto a mantener contacto con ella pues no se me hizo imposible que lo volvieras a mantener conmigo.—le manipulo emocionalmente ya que es lo que debo hacer para conseguir el maldito dinero.

—Cariño... Llevo volviendo a mantener contacto con tu madre desde un año después a marcharme.

Eso que dice me rompe los esquemas. Llevo casi todos estos años siendo engañada, se me ha ocultado que mi padre seguía ahí, entre nosotras.

—Yo me he enterado hace nada que habíais vuelto a mantener contacto. No sabía eso.

—Volveremos a mantener contacto. Se que tengo un precioso nieto el cual aún no he visto, ¿también me lo podrías enseñar?

—Está durmiendo con mi madre, no puedo ahora. Otro día quizás.

—Vale, me parece perfecto.—se levanta del sofá y se vuelve a acercar—Hija, llevo esperando este momento años. Siempre quise volver a verte.

—Ya, pues no lo parecía.

—Lo digo de verdad.

—¿Cómo has entrado?

—Tengo una copia de las llaves de tu madre, por si un día pasa algo.

—Ah.

—Bueno, me voy. No le digas a tu madre que he estado aquí, nos harías un favor enorme.

—Tranquilo, lo de ocultar en esta familia se nos da de cine.

No dice nada, ni siquiera gesticula porque sabe que llevo la razón y lo único que hace es abrir la puerta y marcharse. Comienzo a sollozar como una posesa y decido irme a dormir para olvidar todo lo que está ocurriendo en mi vida actualmente.

***

Al día siguiente las voces de la planta de abajo me despiertan y ahogo un bostezo y lo primero que hago es coger el móvil. Ni una sola llamada perdida de Bianca, lo que me preocupa.

Pienso unos segundos en si llamarla o no pero mi lado vengativo me dice que si ella no lo ha hecho pues yo tampoco.

Me levanto de la cama, me envuelvo el pelo en un moño desenfadado y me pongo las zapatillas y bajo a ver a qué se debe tanto voceo. En cuanto bajo una parte de mi se arrepiente de haberlo hecho, ya que me encuentro ante mis ojos a Alessandro. Le quiero mucho pero no es un buen momento para que aparezca.

—Princesa.—me dice acercándose a mi y dándome un beso en los labios—No recordaba lo guapa que eras al levantarte.

—Ya...—trato de darle la razón sin que me de repelús.

—Tu novio es un cielo, cariño.—dice mi abuela—Ha venido muy pronto eso sí, parece muy madrugador, eso me gusta. Chico emprendedor y productivo.

—Muchas gracias.—dice Alessandro metiéndose las manos en los bolsillos y sonrojándose.

Nunca le había visto tan vergonzoso ante nadie.
Supongo que como está conociendo a mi madre y a mi abuela la situación le cohibe un poco.

—Bueno, se que tenéis un viaje.—dice mi madre—Así que antes de que os vayáis me gustaría daros algo.

Se acerca al cajón de la encimera de la cocina y coge un paquete envuelto en papel de regalo.

—Me gustaría que lo abrierais cuando estéis en París si sois tan amables. Me haría mucha ilusión.

—Está bien, eso haremos.—dice Alessandro mirándome—Muchas gracias señora Collins.

—Señorita mejor.—le corrige mi madre.

—Bueno, iré a vestirme y a por la maleta. ¿Y Dylan?

—Le hemos dado el biberón y se ha vuelto a quedar sopa.—nos informa mi abuela—Supongo que nos le tendremos que quedar hasta que volváis del viaje, ¿verdad?

—Si no os es molestia...—digo yo apenada.

Suficiente tienen mi madre y mi abuela como para dejarlas a cargo de un bebé, pero por lo que parece están encantadas.

—Qué va, no seas boba.—dice mi madre—Me encanta pasar tiempo con mi nieto. Viajad tranquilos que aquí está sano y salvo.

—Vale... Está bien. No tardaremos en volver.

Subo a por mis maletas y noto como Alessandro va detrás de mi.

—¿Qué tal estos días por Seattle?

—Bien.—le digo totalmente cortante.

—¿Qué has estado haciendo? No me has llamado ni me has respondido a los mensajes.

—Desconectar.

—Ah. Tengo unas ganas de llevarte a la Torre Eiffel que alucinas. ¿Conoces el Museo de Louvre?

—Sí, pero nunca he estado.

—Pues estarás.—me guiña un ojo y me sale una sonrisa inconscientemente.

Cuando cojo la maleta se ofrece a ayudarme a bajarla.

—Siempre tan caballeroso...

—Eso no lo dudes nunca. Contigo lo que haga falta.

Me despido de mi hijo, mi abuela y mi madre y nos subimos al coche, rumbo al aeropuerto.

EL PROBLEMA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora