ELTON MAC QUOIDEl sonido del timbre me despierta y me provoca tal susto que pego un brinco, dándome la cabeza contra la cabecera de la cama.
Maldigo entre dientes y me destapo para levantarme y así ir al baño a hacer mis necesidades. Siento un ligero mareo, como si tuviera resaca. He tenido miles de resacas a lo largo de mi vida pero sin duda esta ha sido la peor. No recuerdo nada.
Cuando procedo a comenzar a andar, el sonido del timbre de nuevo me interrumpe. Ahogo un resoplo y salgo de mi habitación para ir a abrir la puerta, sin ser consciente de que estoy en calzoncillos.
En cuanto la abro veo ante mi a Adelina, que está hecha una furia o así me ha podido demostrar la forma en la que frunce su ceño y sus mejillas coloradas.
—¿Te parece bien lo que haces?—me pregunta en un tono bastante serio.
—¿Te abro la puerta de mi casa y lo primero que me dices es eso? ¿Ni siquiera "buenos días"?—la vacilo.
—No estoy de broma.
—Ni yo.
—Elton.—me giro y la doy la espalda para dirigirme al salón—¡Elton, te estoy hablando totalmente en serio!—grita a unos metros de mi—¡En tres días tienes el juicio por el atropello de Abby y no haces más que desaparecer y no ir al juzgado cuando se te llama, ni siquiera me coges el puto teléfono a mi!
Freno en seco al enterarme de que tengo el juicio. No me acordaba de ello, estos días son como si habría estado en coma. No me acuerdo de nada. Solo de pensar que tengo que ir al juzgado me pongo enfermo.
—He estado liado.—me excuso.
—¿Liado? ¡He tenido que venir desde Nueva York hasta Seattle porque te habías ido así sin más!
—Si te digo la verdad, no sé por qué he despertado aquí.—digo dándome la vuelta y dirigiéndome a mi sofá.
Cierra la puerta tras nosotros y oigo como sus tacones chocan fuertemente contra el suelo y se dirigen hacia el salón.
—¿Te estás drogando?
—¡No!
—¿Eres consciente de que si te drogas empeorarás aún más las cosas?
—Adelina, gracias por tu información, pero ahora mismo no estoy como para que me toquen las pelotas.
—Mira Elton, no pienso permitirte que jodas el juicio.—dice lanzándome una mirada asesina—Llevo meses trabajando muy duro para que salgas absuelto de todo esto y me lo agradeces así.
—¿Y qué narices quieres que haga?
—Te prometí sacarte de este lío y eso haré. Estoy agotada mentalmente, no te haces a la idea de lo que este trabajo conlleva.
Levanto la mirada y la veo con los ojos cristalinos, como si estuviera a punto de llorar.
—Hey...—la digo agarrando una de sus manos y sentándola a mi lado en el sofá—¿Estás bien?
—No.—rompe a llorar.
—¿Tú padre?
Asiente con la cabeza. La rodeo con el brazo y la acerco a mi pecho y le doy un beso en la cabeza.
—¿Qué ha hecho?
—Mira... No te lo quería contar antes por miedo a tu reacción, porque estabas conviviendo con nosotros, pero...—dice con la voz temblorosa—Creo que mi padre está implicado en el caso.
—¿Tu padre? ¿Por qué iba a estarlo? Ni siquiera yo te conocía a ti cuando pasó.
—El chico de la furgoneta pertenece a una banda de mafiosos, pero no una banda cualquiera. He estado mirando las cámaras exteriores de una agencia de modelos que hay en uno de los rascacielos de esa calle. Así he conseguido sacar la matrícula, y resulta que coincide con uno de los furgones que vienen siempre a recoger a mi padre.
—No me jodas... Adelina, no me jodas.—digo levantándome de golpe del sofá—¡Por eso me llevo al puto prostíbulo y cuando comenzaron a pegarme se marchó como si nada! ¡Tu padre quería que me mataran a mi también!
—¡No, no creo que quisiera hacerlo Elton! Te hemos estado acogiendo en casa todo este tiempo mi padre... Mi padre no es un asesino, si quisiera matarte ha tenido la oportunidad miles de veces.
—Ya... Hasta que se demuestre lo contrario.
Me mira extrañada y no dice nada.
—Cambiaré de abogada.
—¿Perdón?
—Lo siento Adelina, pero no puedes seguir llevando mi caso. No quiero ponerte en peligro ni meterte en un compromiso.
—Elton, estamos hablando de mi padre no de cualquiera. Mi padre no me hará daño.
—Por eso mismo, estamos hablando de tu padre.—aclaro—Y como consejo, no deberías fiarte ni de tu propia sombra. Por eso mismo ya no quiero que seas mi abogada en este caso.
—¿Estás loco? ¡Quedan tres malditos días!
—Vamos a ver... ¡¿Quién hostias conducía el coche?!—pregunto furioso—¡Yo, Elton Mac Quoid, no! ¡Yo estaba esperando en el puto semáforo y hay testigos! ¡¿Por qué cojones tengo que ir yo a juicio como uno de los posibles culpables?!
—¡A lo mejor porque has mentido en la puta declaración!—me devuelve el grito.
Antes de que pueda responder mi madre entra por la puerta de casa y deja las bolsas de la compra en la entrada. Se mete en el salón y al verme a mi de pie totalmente furioso y a Adelina en el sofá con cara de matar a alguien se sobresalta.
—¡Qué susto!—se pone la mano en el pecho—No... No me esperaba verte por aquí.—se dirige a mi—¿Y esta chica tan guapa?
—Ya, yo tampoco me lo esperaba...
—Hola señora Mac Quoid, soy Adelina Mendelhenson, abogada.
Al instante a mi madre se le dibuja una cara de horror.
—¿Qué ha ocurrido?—la pregunta mirándome desconcertada.
—Nada, no ha pasado nada grave señora. Solamente que no le prestaré más mis servicios a su hijo porque así él lo ha decidido.
—¿Por qué?
Levanta los hombros en señal de respuesta y se despide de mi madre, para acto seguido marcharse.
Cuando cierra la puerta me vuelvo a sentar en el sofá y trato de calmarme.—No... No te he visto llegar, por eso te decía que no me esperaba verte.—me dice mi madre en mitad del silencio.
No respondo y miro a un punto fijo. Estoy alucinado con todo lo que está ocurriendo en mi vida. Todo son problemas.
—No sé si te parecerá bien pero... He invitado a cenar esta noche a los padres de Cameron y Jessica.
En cuanto pronuncia el nombre de Jessica pongo los ojos como platos. La última vez que la vi fue en el baile de graduación, cuando la eché de mala manera y la falté al respeto. En el fondo no se merecía como la traté, solo quería ayudarme. Sin embargo, soy Elton Mac Quoid y ese es el único argumento que tengo.
Cualquiera que me ayude saldrá perjudicado.
—¿No vienen sus hijos?
—No sé, no me han dicho nada de ellos.
—Ah.
—Iré a poner los yogures en la nevera, que se van a descongelar.
—Vale.
Subo a mi habitación y miro mi móvil, el cual tiene cientos de llamadas perdidas de Abby. Se vuelve a repetir la misma historia, la gente buscándome a través de llamadas y yo en mi mundo.
Decido meterme en la ducha y prepararme para la bendita cena que se viene en unas horas.
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EL PROBLEMA.
DragosteEl secreto de Emma Collins, el que tanto ha tratado de llevarse a la tumba, ha parecido revelarse poniendo la vida de esta y de Elton Mac Quoid patas arriba. Las cosas han cambiado. Y esta vez radicalmente. Secretos, tragedias, drama, dolor... No e...