XI

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EMMA COLLINS

Después de una semana ajetreada y cargada de paseos y cuidados para bebés, por fin es viernes y soy un poquito más libre.

Mi madre y mi abuela se quedarán esta noche con Dylan, tal y como hemos acordado. Bianca no tardará en llegar. Finalmente y de manera milagrosa, ha decidido venir a Seattle.

Salgo de la ducha y me pongo unos vaqueros y una camisa de botones satinada de color negro, a juego con unos tacones bajos. Me ondulo más el pelo de lo que ya suele estar y me echo un poco de rímel, colorete y brillo.

Hacía mucho tiempo que no me sentía toda una chica joven y con ganas de comerse el mundo.

Suena el timbre de mi casa y mi abuela recibe a Bianca con los brazos bien abiertos, o eso puedo observar mientras bajo las escaleras.

—¡Hola cielo!—dice mi abuela—Tú debes de ser Bianca, la buena amiga de Emma, ¿verdad?

—La misma.—responde Bianca forzando la sonrisa, como hace siempre.

—Adelante, adelante.

Mi abuela la cede el paso y en cuanto nos vemos nos fundimos en un enorme abrazo.

—Necesito ver a mi sobrino.—me pide Bianca mirando a su alrededor a ver si localiza a mi hijo.

La guío hasta el salón donde se encuentra Dylan en una mini cuna durmiendo como un angelito.

—¡Me muero!—exclama emocionada poniéndose las manos en la boca—¡Menudo muñeco! ¡Es precioso! Joder, qué pena que esté dormido...

—Algún día se despertará tranquila.

—¿Y tú qué pillina? ¿Qué es eso de Nueva York?

—¿Vamos a tomar un café y te lo explico todo?

—¿Café? No sé por quién me tomas Collins, yo con una lata de sprite tengo el día hecho.

—Sí, eso díselo a tus riñones en un par de horas...

Nos vamos a una cafetería para hacer tiempo y así luego salir con su amigo el de intercambio y la explico absolutamente todo, de principio a fin. Salvo lo de Dominic y Harold, el padre de Elton, ya que siento que estaría poniendo en riesgo todo el plan y a mi hijo.

—O sea que, te has echado un novio millonario al cual decepcionas cada dos por tres y te has ido a vivir con él, le has puesto los cuernos hace unos días con Elton, te has hecho amiga íntima de Chloe y con Abby tienes mejores migas tras su accidente... Tu vida se me asemeja con el Apocalipsis.

—¿Y tu vida qué?

—¿La mía? Nada interesante que contar, estudiando en la universidad de Cambridge de Inglaterra he conocido a mucha gente, he hecho nuevas amistades, y un detalle así tonto... He empezado a fumar maría.

—¿C-cómo?—se me viene a la mente aquel sonido extraño de mechero en la llamada.

ELTON MAC QUOID

Viernes. Me he pasado toda la semana en casa de Tom consolándolo por su ruptura con Chloe e intentando que no realice ningún disparate, es decir, todo lo que tenga que ver con drogas, alcohol, pastillas...

No soy el más indicado para ayudarle pero si puedo evitar que caiga lo haré.

—¿Quieres que pidamos la cena? Lo digo porque son las ocho de la noche y a lo mejor...

—No tengo hambre.—dice tapándose el cuerpo con la manta hasta su cuello.

—Tom, tienes que comer algo. Llevas dos días así, no puedes sacrificar tu salud por culpa de una tía.

—¿Me lo estás diciendo justamente tú?—levanta una ceja.

—Yo soy un caso aparte, te lo he dicho miles de veces. Ahora venga, levanta. Te haré la cena yo.

—Uy, qué caballeroso.—vacila.

—Me parece a mi que no estás tan mal como parece.

—Tú no lo entiendes, Chloe era el cambio de mi vida.

—Bueno, pues ya no. Tendrás que asumirlo, al igual que yo lo hice con Emma.

—Hace dos días estabas con ella como si nada.

—¿No se puede mantener una relación cordial?—le pregunto acordándome de aquel beso tan apasionado que nos dimos en Central Park.

—Yo creo que no. Y menos contigo.

Pongo los ojos en blanco y me dirijo a la cocina para prepararle la cena a mi mejor amigo.

—¿Por qué el amor es tan difícil?—me pregunta desde el sofá.

—No es que sea difícil, es que algunos no estamos hechos para el amor.

—Y tanto...

De pronto mi móvil comienza a vibrar y lo cojo de mi bolsillo y miro la pantalla.

¿Emma?

—Ahora vuelvo.

Subo a la planta de arriba rápidamente sin despegar la mirada de la pantalla de mi móvil. En cuanto llego a la habitación de invitados descuelgo.

—Elton, menos mal que me has cogido el teléfono.

—¿Por qué no iba a cogértelo a ti?

—No, por nada.—le resta importancia—Quería hacerte una pregunta.

—Claro, dime.

—Tom y tú cuando pillabais marihuana...

—¿Qué?

—¿De dónde la sacabais?

Me levanto de golpe de la cama tras la sorpresa de lo que me acaba de preguntar Emma.

—¿Para qué quieres saber eso?

—Solamente contesta a mi pregunta.

—Contesta tú a la mía. ¿No serán para ti no?

—Si no me vas a contestar...

—Cuélgale tía, es un puto disco rayado.—dice una voz de fondo que reconozco al instante.

Bianca.

—¿Estás con la pirada de Bianca? ¿Qué te ha metido en la cabeza ahora para que quieras pillar marihuana?

—No me ha metido nada en la cabeza Elton. Mira, si no vas a responder a mi pregunta...

—Te lo repito, deja a ese puto muermo y vamos a la fiesta de los chicos. Intentaré que lo consigan ellos.—la oigo al otro lado del teléfono.

¿Chicos? ¿Qué chicos?

Elton, te tengo que colgar. Adiós.

—Emma esp...

Me interrumpe terminando la llamada. Bajo rápidamente escaleras abajo totalmente alertado por la salud y el estado de Emma.

—¿Y esa cara?—me pregunta Tom llevándose a la boca un trozo de manzana.

—Me voy a Seattle, es urgente. ¿Me acompañas?

—¿Qué va a haber de urgente en ese lugar?

—Emma y Bianca, en una fiesta de chicos. Marihuana. Peligro.—le hablo en clave para que me entienda.

—Mmm peligro... Me gusta. Me apunto.

Se quita la manta de encima y se levanta del sofá y viene conmigo rápidamente. Voy a salvar a mi chica de todo este mundo del que raramente salí yo.

EL PROBLEMA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora