VI

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ELTON MAC QUOID

Me encuentro ahora mismo en el avión de camino a Nueva York, para tener el jodido juicio. El abogado Miller no ha parado de hablar en todo el camino, estoy harto de escucharlo. Solamente quiero que termine esta pesadilla ya y volver a la normalidad.

En el fondo me siento nervioso. Aún no he sido capaz de responder al mensaje de Emma, el mero hecho de recibir un mensaje de ella después de un año me hace sentir cosas por dentro que nunca antes había sentido. Y me da miedo. No quiero volver a sufrir, pero con mi miedo la hago sufrir a ella.

Media hora después llegamos a nuestro destino. Un chófer nos recoge y llegamos a la Corte Suprema de Nueva York. Llegó la hora. Mi familia como de costumbre no ha podido estar a mi lado, estaban muy "liados" con el trabajo. Sin embargo, Tom extrañadamente ha decidido venir.

En cuanto le veo en la entrada se acerca a mi y me da un abrazo.

—Todo va a salir bien amigo, ya lo verás.

Aparecen los padres de Abby con ella en silla de ruedas. Me destroza el alma verla así. Abby siempre ha sido un alma libre y andaba como una completa diva contoneándose, sigo sin poder creer que la tenga que ver así.

—Hola...—me dice decorándome una pequeña sonrisa—¿Todo bien?—me pregunta agarrándome la mano desde su silla.

—Sí. Estoy un poco nervioso.

—No lo estés. Tú no conducías ese maldito coche.

—Ya, pero... Aquí el dinero se mueve muy bien.

—Puede que el dinero se lleve muy bien pero la sinceridad se lleva mejor.

Nos llaman para adentrarnos en los juzgados. Me han tenido que poner un traje de color negro de los de mi padre, para ir lo más formal posible. Odio esta situación.

Me siento en una de las mesas frente al asiento del juez y una bandera de los Estados Unidos. Nunca había estado en un juicio, no en uno tan serio. La gente comienza a entrar y mi abogado no hace más que comerme la oreja.

—Siempre con la verdad. Si no te preguntan no digas absolutamente nada.—me aconseja.

Asiento con la cabeza ya harto de escucharlo.

—Y por favor, no te pongas nervioso. No has hecho absolutamente nada.

—Vale, gracias por el consejo, lo tomaré en cuenta.

El juez se presenta en la sala y se sienta frente a nosotros, dando con su pequeño martillo de madera para que la gente guarde silencio.

—Bienvenidos a todos a la Corte Suprema de Nueva York. Se declara abierta la sesión. Iré rápido porque tengo a mi hija a punto de operarse de apendicitis.

Todo el mundo nos miramos desconcertados.

—Elton Mac Quoid.—al instante me pongo recto—Póngase en pie. Se le informa de su derecho a no declarar contra sí mismo y a no confesarse culpable. Si va usted a declarar, responda a las preguntas del Ministerio Fiscal.

Miro a mi abogado y tengo en cuenta lo que me ha dicho antes. Las preguntas son la clave. Si no me preguntan no digo nada.

—Sí, declararé.

EL PROBLEMA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora