XII

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EMMA COLLINS

No tendría que haber llamado a Elton.
Seguramente ahora su cabeza estará dando vueltas y se estará volviendo loco. No tardará en volverme a llamar.

Siempre lo hace.

Bianca me está llevando a la mansión de su amigo Francesco, el chico de intercambio. Por lo que he podido captar en realidad no es de él, es de uno de sus compañeros de clase, solo que él está ahí alojado con motivo de su intercambio.

—Ya verás, te caerán muy bien.

—La última vez que me dijiste eso me terminé mudando de ciudad.

—Ahora será diferente, créeme.

Esboza una sonrisa de esas que por muy bonitas que sean te transmiten desconfianza y llegamos a una mansión de color negro y enormes cristaleras.

—¿Estamos en la casa de Crespúsculo?—pregunto boquiabierta.

—Ojalá.

Nos bajamos del coche y nos dirigimos a la entrada donde nos encontramos con tres chicos de aproximadamente metro ochenta cada uno fumando unos canutos. Me recuerdan a Elton al instante, salvo por el detalle de que están respetando el no fumar dentro en mitad de una fiesta. Eso su parte me parece muy cortés.

—Tú serás Bianca imagino.—dice un chico rubio de ojos castaños dándole una calada al cigarro y mirándola fijamente a los ojos.

—La misma.

Los tres chicos clavan la mirada en mi a la vez.

—Ella es Emma, mi mejor amiga.

—Encantado. Yo soy Jake y ellos son Damián y George.—dice señalándolos.

Me fijo en Jake que tiene el pelo al estilo surfer y unos ojos intensamente verdes y después en Damián, un mulato de ojos negros.

—Encantadas.—dice Bianca—¿Y Francesco?

—Está dentro, ahora sale a recibiros. Nosotros somos invitados no os podemos dejar pasar así como así.—dice Jake.

—¿En serio? Madre mía... Es tan fácil como llamar al puto timbre.—responde Bianca interponiéndose entre los tres y llamando a este.

Espera unos segundos en silencio hasta que suena una voz desde el aparato.

—¿Diga?

—¿No me ves?—pregunta Bianca poniendo la cara en toda la cámara.

—Joder Bianca, ahora mismo voy a abrirte la puerta. Estás preciosa.—dice un chico con acento italiano.

Bianca pone los ojos en blanco y se vuelve a colocar a mi lado de brazos cruzados.

—¿Tan difícil era?—les pregunta a los tres, quienes se quedan callados y no dicen ni una palabra.

Se abre la puerta y frente a nosotras vemos a un chico de aproximadamente metro noventa, pelo negro engominado hacia atrás y una camiseta negra ajustada acompañada de un bañador de color naranja y unas chanclas negras. Solo con verle se puede apreciar su robustez y su buen estado físico.

Bianca lo observa con los ojos como platos y Francesco nos dedica una sonrisa de oreja a oreja, que provoca que en su rostro se formen unos pequeños y adorables y a la vez atractivos hoyuelos.

EL PROBLEMA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora