Sangre

251 22 12
                                    

-¡TRES! -gritó Nico, corriendo contra los caminantes. A decir verdad, era el único que parecía realmente extasiado por salvar a los que estuviesen dentro... O al menos por matar caminantes.

Los caminantes... Bueno... Digamos que no reaccionaron como esperaba, a decir verdad. No era normal. A no ser...

-Algo pasa -pensé, mientras nos acercábamos-. Algo los tiene muy atraídos. Alguien está lastimado. Sangre...

Fuera como fuese, faltaba poco para confirmar o desmentir lo que pensaba.

Cuando Nico mató al primero, los demás nos vieron y reaccionaron. Digo, ¿no los podíamos matar más sigilosamente, para ahorrar fuerzas, probablemente algunas balas, y que por una vez no peligre nuestra vida? ¿No? Vamos, ¿dónde está la jodida cámara oculta?

Apreté con más fuerza el cuchillo que se encontraba en mi mano izquierda, que incluso con el frío comenzaba a sudar, y moví la derecha para desenrollar la cadena.

Un caminante se acercó hacia mí. Le di con la cadena. Para ser sincero, no estaba prestando atención a mis amigos, más allá de los gritos de guerra o de los "¡Puto muerto!", lo que indicaban que todo iba bien.

Vi a otro caminante que se me acercaba desde la izquierda. Lo acuchillé, pero cuando intenté sacarle el cuchillo de la oreja, éste se partió, quedando el mango en mi mano, y la hoja dentro del cráneo del caminante.

-REALLY, NIGGA!? -grité, enfurecido, lanzando el mango contra otro zombie.

-¿¡Un poco de ayuda!? -gritó Renata.

Corrí hacia donde estaba: la habían rodeado, y le costaba mantener a raya a los cinco o seis caminantes que la amenazaban.

Maté a la mitad de ellos con la cadena, y Renata se liberó como pudo de los otros. Cuando la cosa se calmó un poco, vi un mar de sangre bajando por el brazo izquierdo de Renata.

-Decime que no te mordieron. -dije, con una cara de preocupación que no tenía límites.

-No... No -dijo, jadeando-... Uno de ellos intentó morderme y me arañó cuando me lo sacaste de encima... No es nada, solo es un rasguño.

-Volvé al micro -la interrumpí-, desinfecta la herida y vendala. Podés atraer a más si huelen la sangre.

-Pero...

-Es por tu bien.

-... Está bien... Pero voy a volver en cuanto me haya limpiado.

-No puedo impedírtelo.

Acompañé a Renata hasta el ómnibus, cuidando que no atrajera a ningún caminante. Cuando entró al ómnibus y Aixa vio la sangre, casi se desmaya, y Renata la tuvo que ayudar a sentarse

-Genial -pensé con bronca-. Lo que faltaba: que a Aixa le bajara la presión.

Mientras volvía, vi que Cindy me llamaba con la mano. Me acerqué.

-¡Mirá para allá! -exclamó, señalando hacia los árboles.

Vi a una horda de uno setenta caminantes acercándose hacia donde estábamos. Si bien estaban a unas siete cuadras, no faltaba mucho para que llegaran.

-¡Mierda! -grité- ¡Más vale que nos apuremos!

-¡AHHHHHHH!

Conocía bien esa voz.

-Sarah... -dije, y exclamé- ¡SARAH!

Corrí como alma que lleva el Diablo, guiado por su voz. Hoy en día, me doy cuenta de que con Renata mi reacción había sido más... Relajada, por así decirlo.

SurvivorsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora