"De todo el jodido mundo..."

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Se fue al poco rato, sin mediar palabra, dejando un beso tímido en mi mejilla. No hizo más que sentarse con el resto del grupo, que se había coordinado silenciosamente para levantar lo que había sobrado del almuerzo.

Me paré, y me estiré. Luego levanté mi mochila, y comprobé que no me estuviera olvidando de nada.

Me di vuelta, sólo para mirar al grupo, y fue entonces cuando me di cuenta de que algo andaba mal.

Sentía una presión en el estómago, y una necesidad desesperada de aire en mis pulmones. Pero no tenía hambre, ni me faltaba el aliento. Eso, sumado a que de la nada comenzaba a estar inquieto, sólo podía significar una cosa para mí...

Era uno de mis ataques de ira.

Cuando tenía 12 años, tuve una experiencia traumática: estaba de novio con una chica, no importa quién, y en el momento en que me dejó, algo dentro de mí... Se quebró.

Empiezan así: primero una calma increíble, luego la presión en el estómago y la falta de aire, después la inquietud y por último la explosión.

Vale aclarar que, la última vez que sufrí ataques fuertes (luego de cortar con esta chica) tuve un "golpe madurativo".

¿Que a qué me refiero? Pues al hecho de que pasé (aún teniendo 12 años) de una mentalidad de un chico de 11 años a la de uno de 14, casi 15.

Y no, no es una broma. De verdad, maduré demasiado. Eso sin contar que, cuando no estaba enojado, estaba depresivo. Si, no era una época muy positiva para mí... Como si en estos tiempos hubiese algo más positivo que encontrar provisiones o lugares cómodos para dormir.

Maldita sea, ¿por dónde iba?... Ah, si. Principio de ataque de ira en la cornisa de un edificio de tres pisos, con quién sabe cuantos caminantes debajo de mí. Lo tengo.

Mis dedos empezaron a tamborilear sobre mi pierna. Lo sentía venir, faltaba poco.

—Ahora no, Nahue —pensaba—. Inhalo, exhalo. Inhalo, exhalo...

Y así, tratando de mantenerme calmado, durante cinco minutos que a mí me parecieron cinco siglos.

¿Qué era lo que me estaba poniendo nervioso? El silencio.

Nadie decía nada.

Nadie hacía nada.

Sólo estaban sentados en ronda, pero sin la comida.

El hecho de que hubiera tanto silencio me daba ganas de gritar como poseído, o al menos de ponerme a saltar, porque a cada segundo me ponía más y más inquieto.

—Inhalo, exhalo —pensaba, pero no había caso, iba a pasar en cualquier segundo—. Inhalo, exha--

—Bueno —dijo Nico, interrumpiendo mis delirios—... Mejor que empecemos a movernos antes de que oscurezca, ¿verdad?

Inmediatamente sentí el ataque de ira esconderse, resguardarse en algún rincón de mi cerebro esperando un momento más oportuno. Si hubiese tardado dos segundo más en decir eso, probablemente ya habría matado a alguien.

—Si —lo apoyó Sarah—, tiene razón.

—Bien... —dijo Jula.

—Es lo mejor que podemos hacer... —agregó Vicki.

—Si, pero —cuestionó Cindy, con cierta inquietud—... ¿Cómo vamos a llegar al otro edificio?

Estaba esperando ansiosamente que alguien hiciera esa pregunta.

—No sé —respondió Nico, asomándose al borde—... Supongo que... Saltando...

—Perdona —dijo Posi, sarcástica—, creo que no escuché bien.

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